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LA REVOLUCIÓN ISLÁMICA, DE LUTO

Masas histéricas iraníes impiden durante cinco horas el entierro de Jomeini

Ángeles Espinosa

, Una muchedumbre enardecida de cientos de miles de personas impidió ayer, durante cerca de cinco horas, el entierro de los restos mortales del guía de la revolución islámica iraní, el ayatolá Ruholá Jomeini. De nada sirvieron los insistentes llamamientos a través de la radio y la televisión para que los seguidores del imam despejaran la zona donde debía aterrizar el helicóptero con el cadáver del líder shií. Sólo la decidida intervención de los pasdarán (guardianes de la revolución) logró abrir un espacio en el que por fin pudo posarse el aparato.

El cementerio de Behesht Zahara, el más importante de Teherán, había sido virtualmente tomado desde el día anterior por millares de fieles deseosos de dispensar el último adiós al hombre que les ha hecho recuperar su orgullo corno país y una razón de vida. El jefe espiritual de los iraníes falleció en la madrugada del pasado domingo, a los 89 años, como consecuencia de una complicación cardíaca tras la operación quirúrgica a que fue sometido 11 días antes. Varios millones de personas habían ido llegando desde ese día a la capital iraní, en lo que ha constituido, sin lugar a dudas, la mayor concentración humana del país desde que, en 1979, el iman Jomeini regresara del exilio y los revolucionarios islámicos tomaran el poder.El fervor popular llegó a tal extremo que, hacia las 12 del mediodía (las 9.30 hora peninsular española), cuando el helicóptero que trasladaba el cadáver del anciano dirigente desde la explanada de Mosala -donde había estado expuesto- intentaba tomar tierra en las proximidades del cementerio teheraní, las autoridades de la república consideraron la posibilidad de suspender la ceremonia. Una verdadera marea humana impedía el descenso del aparato. Cuando finalmente logró a duras penas aterrizar, la operación de desembarco del féretro se convirtió en una pesadilla. Miles de manos se abalanzaron al unísono para tocar la reliquia del que ya se ha convertido en un hombre santo para los heterodoxos del Islam.

Nada pudieron los cordones de seguridad. En un momento dado, los portadores del cuerpo perdieron el equilibrio y el cadáver del venerado guía rodó por los suelos. Los más afortunados entre los fieles presentes en la tensa ceremonia, lograron arrancar un trozo de la blanca mortaja que cubría al finado, considerada sagrada por la obituaria shií. La rápida intervención de las fuerzas de seguridad permitió recuperar el cadáver, que de inmediato fue conducido a hombros hasta una ambulancia cercana. Un poco más lejos, el helicóptero volvía a descender para recuperar los restos mortales de Jomeini y ascendía de nuevo, sin apenas concluir la operación. Dificultades similares tuvieron que enfrentar las autoridades que asistieron al entierro. El aparato que transportaba al presidente del Parlamento, Alí Akbar Hachemi Raflsanyani, tuvo que volver a elevarse tras haber aterrizado, ante la imposibilidad de que su ocupante descendiera del mismo.

El helicóptero con el féretro, en el que viajaba también Ahmad Jomeini, hijo del fallecido y aspirante a su sucesión, se dirigió entonces a la antigua residencia del líder en Yamarán, al norte de Teherán, según informó poco después la agencia oficial Irna. Minutos más tarde, despegaba de nuevo y, tras sobrevolar durante un rato los cielos de la capital, lograba, cinco horas después de lo previsto, tomar tierra en las proximidades del cementerio.

Los pasdaran -llegados expresamente al lugar- abrieron esta vez paso a la comitiva fúnebre, en la que se encontraban representantes de los tres poderes. Destacaban al frente de la misma, además del citado Rafsanyani, el presidente de la república y recién designado sucesor del guía, Alí Jamenei, y el presidente del Tribunal Supremo, Abdelkarim Musavi Ardebili.

La televisión, que transmitió en directo la ceremonia, mostró escenas de histeria desde la explanada de Mosala, donde estuvo instalada la capilla ardiente, hasta la tumba misma donde fue el entierro. Resultaba, sin embargo, casi imposible, según el relato de las agencias de prensa, ver el cortejo fúnebre en medio de la oleada humana. Irna informó de que las fuerzas de seguridad se vieron obligadas a disparar al aire, para dispersar a la multitud, que les desbordaba y a la que no podían controlar, con el fin de abrir paso al cortejo.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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