Lo que sobra del cuartel
Familias necesitadas de Almena recogen los excedentes del rancho de un campamento militar
Familias necesitadas del barrio almeriense La Chanca-Pescadería acuden diariamente a recoger los excedentes del rancho del campamento Álvarez de Sotomayor, con sede en Viator. Una iniciativa de un grupo de mujeres familiares de militares destinados en Almería ha permitido que la comida que no consumen los soldados deje de ir al vertedero corno sucede en todos los campamentos.
El general Francisco Rubio, gobernador militar, cree que el Ejército adquiere con estos ciudadanos un compromiso delicado que debe ser entendido como un servicio. "Esto es un problema de asistencia social, no voy a trasladar este asunto a las autoridades civiles, que tienen otros problemas y necesidades", apunta el general. "Aquí no hay una organización detrás de esta iniciativa; es algo que se le ocurrió a este grupo de señoras y que a mí me pareció una gran idea".El general Rubio prefiere evitar la palabra "sobras" porque dice: "No son sobras ni sobrantes; son excedentes, puesto que no todos los soldados van a comer puntualmente por razones diversas, de manera que sus raciones quedan sin consumir, además de que tenemos en el campamento un sistema de autoservicio que hace que cada uno vaya cuando quiera".
Lo cierto es que cada día quedaban sin consumir docenas de kilos de alimentos de todo tipo que históricamente se tiraban al vertedero, como es práctica habitual en los establecimientos castrenses. Esposas de militares destinados en el campamento y en el Gobierno Militar de Almena propusieron el reparto de esa comida y como primera medida se pusieron en contacto con la parroquia del barrio de Pescadería, una de las zonas más afectadas por el desempleo, la falta de estructura sanitaria y la escasa alfabetización. De dicha parroquia surgió otro grupo de mujeres y así se inició la colaboración.
Termos especiales
Cada día, a primera hora de la tarde, un pequeño convoy militar sale de Viator, sede de la brigada motorizada, y se dirige a la calle de Carboneras, donde se encuentra un local administrado por las monjas del Amor de Dios. Los vehículos militares son esperados por grupos de mujeres pertrechadas de cazuelas y otros recipientes. Los soldados, al mando de un cabo, y acompañados del capellán castrense, descargan grandes termos especiales cuyo contenido constituye en algunos casos el único alimento sólido importante en el día para algunas de las familias. Paella, sopa, judías y otros platos son distribuidos de esta manera. Los soldados explican que los cocineros de la base conocen el destino de su trabajo y que cuando la guarnición consume el menú del día se ordena de todas maneras ampliar las raciones para no suspender el reparto a la población civil.El brote de hepatitis sufrido en el cuartel llevó al hospital Militar de Granada a varias docenas de soldados, que en su totalidad se han reintegrado a sus unidades. El temor al contagio retrajo la afluencia de vecinos. Ha sido un movimiento reflejo que ha disgustado a las mujeres encargadas del reparto porque, insisten, la comida llega directamente desde el cuartel.
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