Baile duro
Si Bajo los cantos rodados hay una salamandra -el último trabajo del grupo catalán Danat Dansa, presentado el martes en el teatro Albéniz dentro del ciclo Madrid en danza- durara 20 minutos en lugar de una hora, sería sin duda la coreografía del año. La fuerza del montaje que Sabine Dahrendorf y Alfonso Ordóñez han preparado a partir de una estancia en León, trabajando sobre las costumbres y fiestas tradicionales de los campesinos de El Bierzo, se impone en el escenario desde los primeros momentos. La clave del impacto estético está en la concentración de todos los elementos que concurren al espectáculo -espacio escénico totalmente desnudo y cerrado, música predominantemente rítmica y repetitiva, movimiento, trabajo con peso y desgarro, vestuario rústico y sin color y en la elaboración de esta aridez hacia una depuración de la sensación y de la proyección cinética. El hilo conductor es la relación hombre-mujer en este contexto primitivo, desarrollado en una serie de escenas -el baile, la ceiba, los oficios, la boda, las guerras, etcétera- interpretadas por los cinco bailarines sin solución de continuidad. El ambiente logrado es de gran intensidad emocional y de violencia sólo a medias contenida, muy lejos de cualquier visión idílica de la vida rural y tradicional.
Bajo cantos rodados hay una salamandra
Danat Dansa. Coreografía: Sabine Dahrendorf y Alfonso Ordóñez. Música: Juan Ezquerra y Leo Mariño. Escenografía: José Menchero. Vestuario: Josep Font y Luz Díaz. Documentación, danzas y ritmos tradicionales: Javier Emperador. Luces: Txema Turón. Producción: Danat Dansa con la colaboración de la Diputación de León, Mercat de les Flors (Barcelona) y CNNTE, Ciclo Madrid en danza, teatro Albéniz, día 30 de mayo
Duración excesiva
Por todo esto el excesivo alargamiento daña a la esencia de la pieza mucho más profundamente que a otras de danza moderna en las que ese criterio de unidad no es tan consustancial. Lo más grave es quizás que los muchos méritos de la obra -especialmente el trabajo de movimiento sobre los ritmos- se van diluyendo conforme se prolongan, perdiendo su efecto con cada reiteración y, en definitiva, devaluándose sin remedio hasta un final que, aunque excelente en sí mismo (el ruido despiadado de los saltos se prolonga incluso después de haberse apagado las luces, martilleando el cerebro con esa sensación de intemporalidad que es la esencia de la desolación campesina), deja al espectador meditando tan sólo sobre lo agotados que han debido terminar los bailarines.Como muy bien se señala en el programa de mano, Bajo cantos rodados... -que fue estrenada a primeros de año en León y presentada luego en Barcelona- no es una lectura del folclore leonés ni una revisión costumbrista sino un trabajo de elaboración coreográfica personal que, aunque deja sentir la influencia de esa convivencia, supone un avance importante en la trayectoria del grupo que dirigido por la germano-barcelonesa, Sabine Dahrendorf, se ha convertido en unos pocos años en uno de los más interesantes del panorama de la danza contemporánea en este país.
Además del buen trabajo de danza dura de los intérpretes -Susana Castro, Beatriz Fernández y Josep Lluis Pascual y también Sabine Dahrendorf y Alfonso Ordóñez- hay que destacar la labor del escenógrafo José Menchero y de los músicos Juan Ezquerra y Leo Mariño que contribuyen decisivamente a la calidad de la producción presentada.
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