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Formas

Lo mínimo que se le puede pedir a un vicepresidente del Gobierno es que guarde las formas y no vaya por la vida insultando a quienes no son de su cuerda. El vicepresidente del Gobierno tendrá por dogma el socialismo y creerá que sólo son verdaderos demócratas los ciudadanos de izquierdas, pero eso no justifica que a los ciudadanos de derechas les pongan a caer de un burro.Ser de derechas o de izquierdas, ser conservador o progresista, no supone tanto una opción política como una respetable forma de entender la vida y un estado natural del hombre. Del equilibrio entre conservadores y progresistas resulta el desarrollo lógico de la humanidad. Porque si prevaleciera la opinión de los conservadores aún estaríamos en las cavernas, y si la de los progresistas, éste sería un inestable y enloquecido mundo.

Ha sucedido -demasiadas veces en el país- que los conservadores se hagan con el poder y lo aprovechen para impedir el avance social, y entonces hay que restablecer el equilibrio dándoselo a los progresistas, para que lo aceleren. O a otras opciones intermedias, o más extremas, según demanden en cada momento los problemas de la colectividad. Nunca para que lo utilicen con fines partidistas, pues ésa sería usurpación del poder, por tanto dictadura, y ya tuvimos una, que nos dejó escaldados.

Cuando el vicepresidente del Gobierno le llama regaera a un candidato a la alcaldía de Madrid no sólo ofende, sino que manipula la verdad, pues ese candidato, que se llama Rodríguez Sahagún, y algunos le decían pelopincho antes de que cambiara de peluquero, es un político de vocación, un profesional capacitado, un ciudadano honesto y una persona educada. Cuando el vicepresidente del Gobierno grita que las derechas no quieren ni ver a los albañiles está jugando con fuego, pues puede provocar la crispación y el resentimiento entre la asendereada ciudadanía, que bastantes problemas tiene de suyo y sólo falta que le echen encima al vecino. Bien mirado, si no ocurren más cosas, es porque Dios no quiere.

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