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Jim Wright, al borde de la dimisión por violar normas de conducta ética

El Ejército chino puede intervenir contra los estudiantes en Pekín, y George Bush puede tener que hacer frente a la crisis más grave de la Alianza Atlántica en sus 40 años de historia. Pero la atención de los círculos políticos de Washington estaba centrada ayer en otro tema: la casi segura dimisión del speaker (presidente) de la Cámara de Representantes norteamericana y segundo en línea a la presidencia de Estados Unidos, el demócrata Jim Wright.

Wright, un tejano de 66 años con más de 30 de servicios al Congreso, tiene que responder de 69 pretendidas violaciones de las normas de conducta ética de la Cámara de Representantes, entre las que destacan la acusación de haber recibido regalos por valor de 140.000 dólares (unos 16 millones de pesetas) de un antiguo socio comercial, el constructor de Fort Worth, George Mallick, y la de haber cobrado derechos de autor por un libro, Reflexiones de un hombre público, en un intento de evadir el límite legal de 35.0% dólares (unos cuatro millones de pesetas) establecido para ingresos procedentes de discursos de congresistas.El libro consistía en una mera recopilación de los discursos de Wright.El pasado martes el caso Wright fue debatido por el comité de ética de la Cámara de Representantes. Durante horas, los abogados y acusadores del speaker se enzarzaron en interminables argumentos legales y políticos en los que sólo quedó clara una cosa, que, como en el caso de la mujer del César, los políticos no sólo tienen que ser honestos, sino también parecerlo.

Cuando el comité levantó la sesión hasta el 1 de junio, estaba claro que Wright había perdido la batalla. Sus propios abogados, tras intentar negociar en vano un compromiso detrás de bastidores, le recomendaron la dimisión. Si el speaker dimite por su propia voluntad, no sólo como presidente de la Cámara de Representantes, sino también como diputado, se evitaría el escándalo de una condena pública por violación de las normas éticas del Congreso.

El intento de compromiso buscado por sus abogados y rechazado tanto por los miembros republicanos como por los demócratas del comité pretendía que se retirase la acusación relativa a los regalos recibidos por Wright de su antiguo asociado Mallick y se circunscribiese el caso a los derechos de autor del libro Reflexiones de un hombre público.

Las revelaciones sobre Mallick son las más graves que pesan sobre el presidente de la Cámara, ya que afectan igualmente a su esposa, Betty, a quien se acusa de haber recibido entre 1981 y 1984 un sueldo anual de 18.000 dólares de Mallick y de haber utilizado un apartamento y un Cadillac propiedad de la inmobiliaria del constructor.

Mantener el tipo

Durante la mañana del miércoles, Wright, a través de sus portavoces, intentó mantener el tipo y prometió luchar hasta el final, quizá alentado por una encuesta del Washington Post según la cual un 60% de los norteamericanos encuestados se pronunciaba en contra de su dimisión. Pero, por la noche, hasta sus propios amigos y correligionarios en la Cámara concedían que su única salida era la retirada política, que, si se produce como todos esperan, será la primera de un speaker por violación de las normas éticas en la historia del Congreso norteamericano.Fuentes cercanas al político tejano manifestaron ayer que la dimisión de Wright se producirá probablemente la próxima semana, después del regreso de los parlamentarios de las cortas vacaciones del Memorial Day y cuando el speaker haya tenido la oportunidad de dirigirse personalmente al pleno de la Cámara. En la mejor tradición sureña, parece que Wright quiere morir con las botas puestas.

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