El factor humano

Ninguno de los derrotistas españoles que se complacen en meter puyazos a la fiesta nacional parece conmoverles el factor humano, es decir, el torero. La sangre del animal vivo les estremece más que la del torero muerto. ¡Increíble! ¿Por qué a esos socios sin carné de la Sociedad Protectora de Animales les preocupa tan poco -en realidad, nada- la vida humana? ¿Qué clase de piedad es la suya? Cuando uno de estos orfebres de la sintaxis, la retórica escrita y la metáfora pinturera se quite la carátula de san Francisco de Asís y muestre igualmente un blando corazón al juzgar públicamente las peleas de gallos, la matanza de elefantes (no para comer su carne, sino para jugar con sus colmillos), el apaleamiento de crías de foca en Groenlandia, la montería, la cetrería, el salvaje exterminio de canguros, el comercio y transporte aéreo internacional de pingüinos y crías de cocodrilo, etcétera, entonces, solamente entonces, consideraré con respeto y simpatía unas quejas y unas protestas que, hoy por hoy, escucho como lamentos hipócritas de doblaje malo.Tengo un reportaje con fotografías en color. Lo saqué de una revista de un país occidental muy civilizado. En ese reportaje se ufanan del experimento. Tal vez a Manuel Vicent le gustaría ver la refinada crueldad que emplean con un animal tan hermoso, noble y útil al hombre como es el caballo. Ahí, los Frankenstein ganan dinero y no exponen su vida, de frente, cara a cara, como hace el torero.