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FERIA DE SAN ISIDRO

Al rico inválido

JOAQUIN VIDAL, Corridas como la de ayer debieran anunciarse tal cual son y no con el eufemismo ese de "seis hermosos y bravos toros seis" que figura en los carteles. Corridas como la de ayer debieran anunciarse "al rico inválido" o aún mejor al rico manso inválido, pues los toros mansos e inválidos tienen multitud de partidarios.

Los partidarios de las figuras suelen ser también partidarios del toro manso inválido. La afición, en cambio, no es nada partidaria del toro manso inválido, pero a la afición, que la zurzan. Si calienta el asiento del palco un incompetente como ayer, le pueden zurcir el terno entero y hasta dejarle unos pedazones colgando por el fondillo, y no pasa nada. Porque el incompetente del palco está a favor de los toros mansos inválidos, de los empresarios que compran el género, de los toreros que les darán pasaporte, de los partidarios de esos toreros, de todo el mundo, excepto de la afición.

Aldeanueva / Romero, Parada, Ortega Cano

Toros inválidos, descastados en general y varios sospechosos de pitones: cuatro de Aldeanueva, tres con mucho peso y 3º impresentable; sobreros: 2º, de Juan Andrés Garzón, y 6º, de Bernardino Giménez, grandes. Curro Romero: media trasera (división); media estocada baja y dos descabellos (pitos). José Luis Parada: bajonazo descarado perdiendo la muleta (ovación y también algunos pitos cuando saluda); estocada caída perdiendo la muleta (oreja muy protestada). Ortega Cano: pinchazo, estocada contraria -aviso con mucho retraso- y dos descabellos (ovación y también pitos cuando saluda); estocada atravesada (aplausos). Plaza de Las Ventas, 18 de mayo. Sexta corrida de la Feria de San Isidro.

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Parada respeta y comprende al tendido 7

La afición tiene una moral digna de mejor causa. La afición denuncia a gritos las tropelías que están destruyendo la fiesta, y lo único que consigue es quedarse afónica. Sale pegando tumbos el toro birria o el torazo fofo -que de ambas categorías los hubo ayer-, la afición acompaña la proclamación de sus exigencias con palmas de tango -por ejemplo: "Tooo-ro, plas, plas, plas; tooo-ro, plas, plas, plas"- y siempre les replica "¡Callarse, grullos!" algún partidario de las figuras, mientras el incompetente del palco se pone a hacer el Don Tancredo.

"¡Tooo-ro, plas, plas, plas!" hacían sectores de afición, rechazando la cabra tullida que apareció en tercer lugar, y cuanto más "¡Toooro, plas, plas, plas!" hacían, más derechazos pegaba Ortega Cano. Hay una clara relación de causa a efecto en el toreo contemporáneo: cuanto más inválido es un toro, más pases le pega el torero. Apenas ligados, le corean olés los partidarios; en el de pecho, le ovacionan; pican otros espectadores, que se les unen, y al final lo más probable es que corte la oreja. Después de varias docenas de derechazos y naturales entre un menudeo de costaladas que se pegó la cabra tuUida, Ortega Cano estuvo a punto de cortar la oreja, y si no la cortó fue porque mató regulín y escuchó un aviso.

En cambio José Luis Parada se la cortó al quinto, por el mismo procedimiento. El toro estaba aún más inválido y se sospecha que hasta moribundo, pero puso mejor gusto en diversos pasajes de la interminable faena y mató por los bajos, con fulminante efecto. El gusto estuvo en algunas trincherillas torerísimas, en determinados redondos, en los ayudados finales trayéndose al moribundo desde los medios al tercio. A nadie importó -salvo los del "Tooo-ro, plas, plas, plas!"- que el resto constituyera una clamorosa demostración del toreo al revés, con aquellos cites que hacía Parada, medio tumbado, allá adelante que te va el pico, allá atrás que te va la pierna contraria. Descargar la suerte es la regla de oro de la tauromaquia moderna para cortarles orejas a los toros inválidos.

Curro Romero no descarga la suerte y, naturalmente, no corta orejas. A Curro Romero, para que pusiera atrás la pierna contraria, habría que operarle. Curro Romero ya cargaba la suerte para tomar la teta. Cuando era mayor, si el toro ponía reparos a que le cargara la suerte, sufría una cruel crispación. Ahora que está en su segunda juventud, intenta convencerle. Ayer lo intentó en sus dos toracos flojuchos y descastados. Y a pesar de que no tenían recorrido, pues no habían sido criados para embestir sino para surtir de solomillos a la barriada, les porfiaba redondos, se echaba gallardamente la muleta a la izquierda, marcaba un pase de pecho bellísimo, esbozaba ayudados.

El público sintió una gran frustración porque nada de eso salió perfecto, ni desastroso. El público quiere que Curro sea la perfección o el desastre. Para las voluntariosas porfías y para las medias tintas ya tiene al resto del escalafón. A Parada y Ortega Cano ayer, sin ir más lejos, que intentaron meritoriamente encelar otros ricos inválidos, gazapón-topón uno, sin codicia otro, y como hicieron lo que podían, les agradeció los servicios prestados.

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