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La ciudad de Alcalá de Henares y la villa de Madrid

A propósito del último atentado terrorista, EL PAÍS tituló en su primera página (9 de mayo) ETA asesina dos policías en Madrid al hacer estallar un coche bomba. José Carlos Canalda escribe al defensor de los lectores y pregunta: "¿Qué Madrid? ¿Argüelles, la Castellana, Carabanchel ... ?". Y él mismo responde: "Pues no; resulta que el atentado tuvo lugar en las proximidades de Alcalá de Henares". Se mire por donde se mire, dice con razón, Alcalá no es Madrid, independientemente de su cercanía a la capital. Canalda considera que tratar a Alcalá de Henares tal como se hace habitualmente como ciudad dormitorio o pueblo madrileño es algo que le induce a "dudar seriamente del grado de conocimiento real" que el periódico tiene acerca de esta ciudad. Sospecha que existe un probable desinterés no sólo hacia Alcalá, sino también hacia el resto de la provincia, "excepción hecha de la propia capital".El redactor jefe José María Izquierdo reconoce que Alcalá de Henares tiene entidad propia como ciudad para haber figurado en el titular que critica el lector. Más exacto, admite, hubiera sido escribir en Alcalá de Henares. "Sin embargo", añade, "muy probablemente hubiéramos titulado en Vizcaya o en el País Vasco si el atentado hubiera tenido lugar en Amurrio, en Baracaldo o Getxo". Éste es el criterio que se aplicó para escribir Madrid y no Alcalá de Henares. "Como la queja del lector es más que sensata", añade, "sería injusto contestarle con la perogrullada de que Alcalá de Henares también es Madrid".

Claro que Alcalá pertenece a la demarcación de Madrid, como todos los lugares de la provincia. Pero Alcalá de Henares es una ciudad de antigua y gloriosa historia en esta tierra madrileña. Cuando era la romana Cumplutum (Plinio la menciona), Madrid todavía no era ni siquiera "castillo famoso". Fue cuartel de las legiones de Trajano y mucho después los musulmanes la llamaron Al Kalá en Nahr. Desde hace 300 años posee el título de ciudad (se lo otorgó Carlos II el 5 de mayo de 1687). Madrid es villa, villa y Corte; pero villa.

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En olor de multitudUna expresión cuyo uso ya es habitual en los medios de comunicación y en el habla común, llama la atención de varios lectores (sobre ello se publicó una carta el pasado marzo) por considerarla equivocada: en olor de multitud. ¿Qué olor es ése? La multitud no huele precisamente a rosas.

Casi todos los comunicantes que se quejan sostienen que en lugar de olor debe decirse loor. Pero no es así. Consultados los expertos, todos coinciden en que, aparte de ser una frase que debe evitarse, se ha institucionalizado por analogía con otra de viejo uso: en olor de santidad. Loor es elogio, alabanza, y su uso se está perdiendo.

Cuando decimos en olor de multitud estamos empleando una metáfora; tiene la misma intención que en olor de santidad y es, por tanto, una frase hecha de una frase hecha. En el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, olor, en sentido figurado, quiere decir fama, opinión y reputación. No se trata en este caso, pues, de aromas ni de efluvios.

Sí se consideraban efluvios y aromas gratísimos los que emanaban del cuerpo recién muerto de aquel o aquella que en vida había sido estimado justo y ejemplar: en tomo al difunto se esparcía un celestial perfume que era interpretado como signo de que había alcanzado el cielo. Y se decía: ha muerto en olor de santidad.

Hay que admitir que en olor de multitud es una expresión bastante tonta que estropea el idioma; pero ahí está. Loor es otra cosa. Fray Luis de León escribió: "Cuando alguna mujer acierta a señalarse en algo de lo que es de loor [léase alabanza] vence en ello a muchos hombres que se dan a lo mismo".Errores de traducción

De "equívocos juegos de guerra" califica el general Alberto Piris -experto en temas de defensa, colaborador de este periódico un abultado error cometido en la traducción de un artículo de la revista Time (EL PAÍS, 5 de mayo). La grave equivocación, señala, "puede dar lugar a serias confusiones en los lectores". La versión castellana del artículo terminaba con este párrafo: "Hay quien declara que la 'neutralidad es lo mejor que [la RFA] puede hacer por el mundo', y un diplomático alemán ha llegado a decir en Bonn: 'Debemos preguntarnos a nosotros mismos si el énfasis de los norteamericanos en las armas de corto alcance está diseñado para limitar el holocausto nuclear de Europa". Esto, dice el general, hubiera sido cosa de agradecer por todos los europeos, empezando por los alemanes. Pero no, no era eso lo que dijo el diplomático ni lo que escribió Time. Lo que afirmó realmente el semanario, precisa Piris, "es que tal interés norteamericano tiene por objeto limitar el holocausto nuclear a Europa, es decir, evitar que tal holocausto se desparrame fuera de nuestro viejo territorio (y llegue a Estados Unidos), lo que ya no es tan plausible". Nada plausible; más bien reprobable. El general concluye: "La noticia resulta equívoca y casi incomprensible con tan obvio error de traducción". Se escribió de en lugar de a. Y no es lo mismo.

También en su carta, Alberto Piris llama la atención -mediante el simple uso del sic- sobre la palabra diseñado, que estaba referida a énfasis. En verdad, diseñar un énfasis es mucho diseñar, por muy de moda que esté diseñarlo todo. Sin duda se trata de otro fallo de traducción.

Que son abundantes, sobre todo de términos del inglés o del francés, y llegan a instalarse en nuestro idioma con absoluta impunidad. Por ejemplo -lo señala al defensor de los lectores Joaquín Garrigós Buenola palabra privacidad (EL PAÍS, 3 de mayo, artículo Parto al aire libre). El vocablo privacidad no existe en español. Es una mostrenca traducción del inglés privacy, que significa intimidad. "Me parece un barbarismo", escribe Garrigós, "que debe evitarse en un medio que se preocupa por la pureza idiomática, pues por su difusión e influencia podría tener un efecto altamente pernicioso".

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