Días negros o togados
La Audiencia Nacional, en legítimo uso de su exclusiva e independiente función jurisdiccional, ha decidido poner fin a la investigación sobre el posible uso delictivo de fondos reservados del Ministerio del Interior, en la presunta financiación de actividades de algunos impulsores de la banda terrorista GAL.Los fondos reservados se han convertido con esta resolución en fondos secretos. Las conductas necesariamente reservadas y discretas de ciertos servidores del Estado, paradójicamente gestadoras de efectos públicos y escandalosos, se han convertido, posiblemente, en conductas irresponsables, amparadas en una inviolabilidad que la Constitución sólo contempla para el titular de la jefatura del Estado.
El concepto de reserva presupuestaria, que significa simplemente que el Parlamento pone a disposición de un cargo público una determinada cantidad, sin necesidad de la especificación de su destino concreto, reservando a su destinatario la lícita disposición sobre el mismo, ha saltado a convertirse, cualitativamente, en la institucionalización del valleinclanesco fondo de reptiles. No ha de darse cuenta al Parlamento de su uso, a la intervención del Estado de su empleo, a los contables del asiento de partidas, y además ha de sustraerse a la suspicaz mirada de los jueces. Se puede incluso, con esta interpretación, llevárselos a casa, jugárselos en el casino o utilizarlos para mantener, en las nuevas modas progresistas, una oronda entretenida, lo que no sería el peor de los usos, o para invertirlos en seguros de prima única.
Esta práctica de que un cargo público tenga una caja privada para hacer con ella lo que le parezca conveniente ha sido de profunda tradición en la política caciquil, y por ello un día el ex presidente de México señor Echevarría, que tuvo la amabilidad de recibirnos a Nicolás Redondo, al amigo Vidarte y al firmante, pudo permitirse el gesto de dar un sonoro timbrazo, pedir un millón de pesos y que al minuto nos fueran entregados, para ayuda a la clase Obrera española, lo cual, evidentemente, era muy de agradecer desde el punto de vista revolucionario pero muy poco ortodoxo desde el punto de vista presupuestario frente al pueblo mexicano.
Será por esos hábitos por lo que nos enteramos, por los periódicos, no por el Diario de Sesiones, de que don Felipe González, cada vez que le visita algún amigo le promete, sin contar con el Gobierno ni con las Cortes, ayudas de centenares de millones de dólares, que o bien deben salir de fondos reservados o se extraen con forceps del fértil útero de la Hacienda pública. A sensu contrario, parece ser que puede el presidente de un Gobierno condonar deudas cuantiosas y cancelar de un plumazo partidas del activo de la deuda exterior.
Diógenes andaba con un candil buscando a un hombre. Hoy hace falta no un candil, sino toda una batería de focos de aeropuertos y de estadios para buscar al señor fiscal, al que se le puede aplicar mejor que a nadie aquello de "no sabe no contesta".
Está muy preocupado, afortunadamente, porque se le ha llamado cretino a un ministro, y reacciona vertiginosamente cuando algún ex ministro es vapuleado, pero lamentablemente cuando lee un periódico cargado de noticias sobre corrupción, tráfico de influencias, nepotismo, abuso de poder y demás variedades de la delincuencia política sufre parálisis funcional, enmudecimiento, desprendimiento de retina, dislepsia jurídica, acaba como los tres monitos... Como hay días malos, nos enteramos además, con poco espacio de separación en el tiempo, de que el nombramiento de un fiscal, que como. todo el mundo sabe tiene por misión promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad -porque para eso es fiscal del Estado, y no está al servicio del Gobierno, por lo que no se llama fiscal del Gobierno-, puede ser vetado por un ministro, y otro puede ser retirado de una acusación de repercusiones políticas, poniendo en tela de juicio, su independencia funcional y resaltando en exceso su deperidencia orgánica. Es evidente: que hay días malos, mas no hay que perder la esperanza, porque vendrán aún días peores.
Y algunos ya han llegado, en otras áreas del foro, cuando se ha pretendido celebrar un congreso de la abogacía con filtros, selecciones, pequeñas mezquindades y ratonerías, más propias de otras épocas que se creían superadas y que reverdecen al calor de los caciquismos.
Es difícil encontrar mayor cúmu.lo de errores. Que un ministro inaugure un congreso de abogados sólo se le puede ocurrir a los que quieren mantener a la abogacía dependiendo de un ministerio para que éste a su vez, a cambio, con concesiones de todo tipo, con valor de precio por la sumisión, proteja un modelo de colegio profesional anacrónico e inútil. Tratar de imponer a la libre profesión del abogado, tutelador constitucional de las libertades, un congreso en libertad tutelada es otro error mayúsculo. Y creer que con los problemas que tiene sobre sí la justicia, y por ende la abogacía, se podía convocar un turístico congreso de campo y playa cargado de parafernalia es desconocer los problemas con los que el abogado de verdad tropieza en su diario quehacer. Para culminar con el rosario de dislates, el señor ministro convierte el acto de apertura en triunfal mitin electoral.
Los jueces y magistrados en su mayoría -siempre quedarán algunos indecisos-, con un importante sentido de la autocrítica, han sacado sus deficiencias a la calle y están aguantando a cuerpo gentil tanto la crítica cívica como la política.
Los fiscales hora es llegada de que se aclaren, y a su vez decidan y escojan si quieren ser una parte legítima y lícita del aparato ejecutivo, o tan legítima y lícitamente quieren ser parte importante, indispensable, general y no selectiva, de esa función controladora del Estado de derecho, responsablemente ante el Derecho.
Los abogados sería lamentable que aceptasen esperar, sometidos a los intereses particulares de una capilla, otros 20 años para poner encima de la mesa de la sociedad su indeclinable función constitucional, su papel de servidores de la sociedad, por y para el Estado de derecho, y es exigible que al fin hagan su propia transición democrática desprendiéndose de las dependencias, que más o menos encubiertas son hoy inocultables, entorpecedoras de su libertad.
Son días de ridículo, porque ridículo es en un sistema democrático y responsable, provocadoramente ridículo, mantener zonas, temas y personas al margen de la actividad de control judicial. Ridículo es, si no es un auténtico sarcasmo, utilizar la ley del embudo en la actuación del ministerio público.
Y ridículo es, por no decir astracanesco, pretender que un congreso de abogados se convierta en corifeo precisamente de quienes han convertido la abogacía y sus colegios, so pretexto de una inexistente asepsia profesional, en una oficina burocrática de administración de fondos asistenciales, que además son exiguos, para el ejercicio de un paternalismo de rancia beneficencia.
Negros y togados jueces, negros y togados fiscales, negros y togados abogados, colorean un triste panorama en el que asoma en todas sus áreas el temor de unos y de otros a asumir, todos ellos, con todo vigor la que debe ser su más importante cualidad, la independencia, que produce disgustos, sinsabores y recelos pero que es la razón de ser del título profesional, del cargo y de la función de los servidores del Estado, y de la cual todos hemos de dar cuenta diaria a nuestros ciudadanos, -pues de éstos emana la justicia y de ellos emana la responsable actuación a su servicio.
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