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En el pelotón de los díscolos

España forma parte, según el autor y a juzgar por los principales índices económicos, del pelotón de países díscolos dentro de la Europa occidental, aunque sin embargo tenga al mismo tiempo una de las economías más aplicadas, que no sigue los malos ejemplos como el del Reino Unido.

Sigo en el vicio, recomendado por mi tocayo Benavente, de escuchar en los cafés. Un mancebo de farmacia del barrio está siendo confidente con el barman acerca de sus tropelías imaginativas para librarse del servicio militar. El camarero le reconviene: ¡Cumplir el servicio con la Patria' ¡Jurar la bandera! ¡La admiración femenina! ¡Múltiples amistades de compañeros, nexos perdurables! ¡Hacerte un hombre! Mañana invernal de tenue sol barcelonesa. El eventual recluta moja parsimoniosamente el croissant. Espeta: "¡Amb menys també passo!" ("Puedo pasar con menos").¿Puede la economía española pasar con menos en el ranking de buena conducta de las economías occidentales? Quizá con una cierta ventaja del pasar inadvertido, de no pesar con nuestra conducta en el comportamiento de la economía europea y de la OCDE. Lo que nos recomiendan como buenas maneras, como urbanidad es obvio, ¿verdad, Sampedro?, desde hace mucho tiempo, y ahora: no pasar del 3% de inflación -quizá ya nuestra inflación estructural-, equilibrar los pagos exteriores y mantener el déficit público por debajo del 2,0% del PIB (amén de una oferta monetaria creciendo al 8% como tipo).

Todo parece indicar que nos hallamos entre los díscolos. Repaso, antes de entregarlas, las calificaciones de conducta económica por países. Identifico a los heterodoxos: inflaciones fuera de sitio, 4% en el promedio ponderado de los países industriales. El malo, el Reino Unido, con un 7,8%, tomando el último año. Las traviesas, Italia y España, con un 6,3%. La extraña, Suecia, con el 6,5%. Por cierto, también, en las antípodas, Australia, con una inflación actual y subyacrite cercana al 8%.

Pero repaso las calificaciones de aplicación. Miro la producción industrial, por ejemplo: España, 10,5% a lo largo del último año; Italia, 7,l%; Suecia, ¡6,8%!; Australia, ¡l3%!, exactamente en los primeros lugares entre los países occidentales. Y el Reino Unido, con un 3,5% poco usual para aquellos pagos.

Bien es verdad que todos estos alumnos traviesos, con la excepción de Suecia, tienen relaciones corrientes deficitarias con el exterior, en el caso de España y en el de Italia, amortiguados por el turismo. Pero hay que considerar que las tendencias de la actividad productiva en los últimos tres meses presentan en tales países una dinámica aún más pujante. La inversión, la preparación del futuro, también, con ciertas perspectivas de mejora futura en el registro de sus exportaciones. ¡Que les quiten lo bailao!

Detengámonos algo más en el caso británico, mal ejemplo donde los haya. Le hemos contemplado tan frecuentemente protagonizando la estanflación. Malas lenguas aseguran que las curvas de Phillis tomaron inclinaciones malignas por primera vez en la economía británica de los mediados setenta. Por lo menos ahora sus desequilibrios coexisten con -o derivan de- la expansión. Su inflación es preocupante, incluso en su tendencia, pues ha pasado del 3,3% aún del año pasado al 7,8% actual en precios de consumo, si bien es verdad que su inflación subyacente aparenta más controlada (5,2%), lo que quita leña en la previsión.

La vertiente exterior -endémicamente delicada en la economía británica- refleja estas tensiones internas en forma de un déficit por balanza corriente de unos 30.000 millones de dólares para los últimos 12 meses, datos de marzo, como resultado, sobre todo, de un déficit comercial de 40.000 nifflones de dólares para el mismo período.

Sin embargo, sus reservas muestran una tendencia creciente, situándose a un nivel superior a los 40.000 millones de dólares a finales de febrero, cotas similaresa las de nuestra economía, con otra similitud: la entrada de capitales por mor de los altos tipos de interés diferenciales tienen, también como aquí, un gran protagonismo.

La economía británica circula a un ritmo de expansión algo superior al 3%, considerable para aquellas latitudes, tan acostumbradas al 0,6%, para decir algo. De tal manera que el paro, aún en el 8,7% hace un año, ha descendido en el arranque de marzo hasta a un 6,8%, por debajo de la tasa alemana.Administrar la expansiónLa economía real británica presenta, pues, buenos registros, acercándose al pleno empleo estadounidense, por lo que es probable que la señora Thatcher no ande muy hondamente preocupada con la tarea de "administrar la expansión".

Bien es verdad que sus variables monetarias andan disparadas: la oferta de activos líquidos está creciendo al 22% (febrero último); la circulación monetaria fiduciaria, al 14%. 0 sea, que encima de sus desequilibrios, los tíos siguen bebiendo cerveza. Mientras, los tipos de interés británicos andan entre los más altos de Europa, alrededor del 13% a tres meses vista, tan sólo por debajo de los españoles. Como en nuestro caso, ejercen un efecto de atracción monetaria exterior que, a su vez, actúa expansivamente. Las medidas restrictivas adoptadas pueden surtir efectos sobre las unidades de consumo a partir del mes de abril, vía la revisión de préstamos hipotecarios. Mientras tanto, el cuadro sigue siendo el de una economía díscola también aquí. ¡Que le quiten lo bailao!

Italia siempre ha sido una gamberra. Simpática, eso sí. Hace bien poco alcanzaba un 12% del PIB en cuanto a déficit público. Anda aún en inflaciones del orden del 6%. Pero su aplicación real ha sido siempre estimable, disputando ahora el quinto lugar de renta por habitante al Reino Unido.

Y los italianos, pese a su alto nivel absoluto, siguen creciendo al 7% industrial y al 4,1% global. En el pelotón de los díscolos andamos. Malas conductas; rendimientos, empero, notables. Habría que preguntar a los padres qué balance se hacen.

Nos llaman al orden los profesores de la OCDE, de la CEE y del FMI, movidos por la opinión de los alumnos de mejor comportamiento. Se señala a los traviesos, a los gamberros. Puede ser una pena.

J. Ros Hombravella es catedrático de Política Económica de la U. B. y miembro dell Comité Catalán del CDS.

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