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Vallecas frente a Vallecas

La apertura de un centro de atención a drogodependientes desata la discordia entre los vecinos

Argumentos para un debate. Vallecas: 190.000 habitantes. Uno de los distritos de Madrid con mayor índice de analfabetismo y toxicomanía, pero también de tendencia al asociacionismo. Ahora se ha encontrado con la horma de su zapato. La apertura de un centro municipal de atención a drogodependientes (CAD) en el corazón de Vallecas, junto a su famoso bulevar y en uno de los principales puntos de concentración de camellos, ha dividido a sus habitantes: a favor y en contra. Ambos grupos se han echado a la calle para defender con valentía su postura. Es el problema del bienestar de un barrio, pero también de la estrategia de lucha y la actitud de la sociedad frente a la droga.

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¿Que piensan ellos?

Para unos es cuestión de solidaridad. Para otros: "¿A quién se le ocurriría crear un centro para tratar alcohólicos en una zona con 200 bares?". El miércoles pasado la comisión antidroga del Ayuntamiento acordó la apertura definitiva de este polémico CAD. La batalla no está zanjada.A favor. "Cuando comprobamos que un grupo de vecinos, pero sobre todo comerciantes, se movilizaba contra la apertura, decidimos montar una coordinadora de apoyo que reúne a unas 70 asociaciones del barrio", explica José Molina, portavoz de la coordinadora. "Ha sido una reacción histérica, presa del miedo y la desinformación total. Porque nadie ha podido demostrar que un centro de este tipo enturbie el ambiente de la zona. Ahí están los ejemplos de los dos que tiene abiertos la Cruz Roja desde hace 10 años. ¿Cuánta gente sabe dónde están? Por el contrario, estos centros actúan como revulsivos de los camellos, los alejan porque crean en su entorno un tejido social que conoce muy bien a los traficantes y está dispuesto a luchar contra ellos".

Un enfermo más

Pilar Escolano, portavoz del grupo Madres contra la Droga, es vecina del bulevar y tiene un hijo de 27 años que lleva 11 luchando contra el caballo: "La atención a los toxicómanos debe hacerse: desde el centro de las ciudades. Si las madres tenemos que llevar todos los días a nuestros hijos para que se curen, ¿qué sentido tendría un desplazamiento de 30 kilómetros? ¿No queremos siempre que los ambulatorios de la Seguridad Social nos pillen lo más a mano posible? Pues esto es lo mismo. Un toxicómano es un enfermo al que hay que cuidar".El de Vallecas es uno de los seis CAD que tiene abiertos el Ayuntamiento (anteriormente ha estado ubicado dos años en el barrio de Entrevías). Dos de estos centros están ya saturados; otros tres, a punto de ser trasladados a mejores instalaciones. Hay además peticiones para dos nuevas aperturas (en Carabanchel y en Hortaleza). "Eso demuestra que hemos creado algo válido", dice la concejala de Asuntos Sociales, Pilar Fernández.

Pero no es la primera vez que surge la polémica. En otoño de 1985, el Ayuntamiento de Villaviciosa de Odón, apoyado por la mayoría de los habitantes del pueblo, se opuso a la apertura de una comunidad terapéutica, aunque ésta se encontraba a varios kilómetros de distancia del casco urbano. En febrero de 1988, el Tribunal Supremo dio la razón a una sentencia de la Audiencia Territorial que impedía la instalación de un CAD en Chamartín por entender que el funcionamiento del centro era incompatible con la existencia de varios colegios en las proximidades. En diciembre del año pasado, vecinos de Móstoles destrozaron un centro por creer que estaba destinado a atender a toxicómanos.

"Al optar", cuenta la concejala, "por centros de tratamiento urbano, sabemos que siempre vamos a encontrar casas, colegios y tiendas cercanos, pero no queremos renunciar a este tipo de instalaciones, semejantes a las que existen en Barcelona, Valencia, París o Nueva York. No queremos expulsarles de la ciudad y mandarles a la sierra. Así podemos concienciar a la pobla ción de que el problema de la droga es de todos".

En el CAD de Vallecas trabajan cuatro psicólogos, dos asistentes sociales, un médico, un ATS, dos terapeutas y cinco administrativos. Su función es la de valorar el caso de cada toxicómano que acude al centro y decidir si puede tratársele en el propio centro (un 55% de los que llegan) o se le encauza a comunidades terapéuticas -granjas, por ejemplo-, a centros de salud mental o al programa de mantenimiento con metadona.

Tratamiento urbano

Si se elige el tratamiento urbano, se pasa primero por una fase de desintoxicación y abstinencia (unos 15 días), para ingresar después en el aula de actividades, donde durante varios meses cada toxicómano aprende a adquirir unos hábitos y centrar su atención en una serie de trabajos manuales o recreativos, a la vez que se le somete a un control médico periódico. Terapias individuales y en grupo (cada persona tiene su psicólogo) y apoyo y educación de la familia completan el programa.Al mismo tiempo se trabaja en el proceso de reinserción de quien fue heroinómano. "Se intenta concienciar a la población de que les haga un sitio, de que cambie sus actitudes de rechazo, recelo y desconfianza", señala Nieves Herrero, directora del centro. "Aunque a veces surgen más problemas de los previstos". En estos momentos, el CAD trabaja con 115 jóvenes, de los que 47 son casos nuevos del mes de marzo. La edad media se sitúa en torno a los 25 años. Los últimos datos señalan que el porcentaje de abandonos del programa es de un 39%.

A pesar de los ataques por insolidaridad, el grupo de los contrarios no se ha quedado seco de argumentos. "Quede claro que nosotros nunca hemos estado en contra de centros de tratamiento de toxicómanos. Queremos que se curen, claro que lo queremos; pero no aquí, en el corazón del Puente de Vallecas, en la calle del Puerto del Monasterio, justo en la zona donde más colegios y comercios hay, donde se reúnen los ancianos a jugar al ajedrez", son los primeros razonamientos de Enrique García, presidente de la Asociación Cívica Vallecana, con 187 miembros, constituida hace un mes para intentar que el centro se cierre.

"Tenemos deficiencias en colegios, bibliotecas, conservatorios de música, asistencia médica, y, sin embargo, se queda un hueco libre y lo único que se les ocurre es abrir un centro para toxicómanos, compartiendo edificio con una biblioteca diminuta. ¿No habría sido más lógico que ampliaran la biblioteca?".

"El bulevar está lleno de camellos y nunca el Ayuntamiento ha hecho nada por limpiar la zona, ni el más mínimo gesto. Ahora, como guinda, nos colocan esto", continúa Enrique García. "No es la ubicación adecuada ni para ellos ni para nadie. Están haciendo prevalecer los derechos de una minoría". Ya han presentado una demanda ante la Audiencia Territorial solicitando la clausura del centro. No se les escapa el precedente de Chamartín. Entre tanto, cada lunes siguen concentrándose frente a la junta de distrito para protestar por la que consideran un chantaje. "Nos han dado a entender que habrá mejoras en el barrio si tragamos con el CAD".

Ellos, que han sido acusados de fachas y de relaciones con el Partido Popular, también atacan por ese flanco: "Todo es una justificación política de los socialistas de cara a la galería. Quieren dar a entender que sacan adelante algo, justificar un presupuesto, y sólo crean cosas inútiles. Ahí, así, no van a curar a nadie. Son mentiras piadosas".

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