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La 'crisis de los automóviles' remueve los cimientos políticos de Holanda

Isabel Ferrer

La crisis de los automóviles, como empieza a denominarse la caída, en la noche del martes, del Gobierno holandés de coalición democristiano (CDA) y liberal (VVD), presidido por Ruud Lubbers, ha removido los archivos históricos del país en busca de antecedentes de la pérdida de confianza de un Gabinete en el Parlamento. Lubbers -que no pudo imponer una subida de impuestos extraordinarios para financiar el Plan del Medio Ambiente- presentó ayer su dimisión.

Únicamente en 1966, y también por culpa de un problema presupuestario, el entonces primer ministro, J. Zijistra, del Partido Antirrevolucionario, anunció su dimisión ante la Cámara. Con la crisis actual, el proyecto de mejora del ecosistema, el de la eutanasia y los nuevos planes de empleo tendrán que seguir en las agendas ministeriales.La jornada de ayer, todavía muy tensa, se vio agravada por el incidente sufrido por Lubbers, que tuvo que empujar a un hombre que pretendía introducirse en su coche con un cuchillo, cuando abandonaba la residencia de la reina Beatriz en La Haya, tras presentar la dimisión. La policía militar redujo inmediatamente al desconocido. La propia reina Beatriz puede pedirle a Lubbers que forme otro Gobierno capaz de obtener la aprobación mayoritaria de la Cámara, esta solución parece casi quimérica. Las heridas que se abrieron el martes en el Parlamento tardarán mucho en cerrar, ahora que todos los partidos se aprestan a recordar las malas relaciones mantenidas por liberales y democristianos desde principios de los años ochenta.

A pesar de haber vencido en dos elecciones consecutivas, en 1982 y 1986, la coalición gubernamental rota nunca llegó a funcionar, según los liberales, por culpa del interés del CDA en mantenerlos divididos para controlar una Cámara donde la oposición está dispersa. El propio VVD teme ahora que el Gabinete, con cinco ministros liberales -entre ellos, los de Medio Ambiente y Transportes-, decida llegar a las elecciones europeas de junio, complicando así la unidad de los liberales como principal grupo opositor.

Quizá por ello, Joris Voorhoeve, líder del VVD, se ha apresurado a declarar que el Plan del Medio Ambiente puede salvarse con un Gabinete dimisionario, ya que no ha terminado la fase de consultas, y la preocupación por la naturaleza no es patrimonio del CDA. Para Voorhoeve, gravar los automóviles, las casas y la gasolina sólo suponía conseguir un billón de florines de un grupo social, sin resolver el problema del pago de un proyecto tan ambicioso. Esta explicación final no puede borrar, sin embargo, una larga historia de tensiones y amenazas de crisis en el seno de la coalición. Éstas a punto estuvieron de cristalizar en 1988, cuando la adjudicación del contrato de impresión del pasaporte le costó el cargo al ministro de Defensa, J. van Eekelen, del VVD.

Este partido quiso forzar un cambio en el equilibrio de poderes del Gabinete, intención que Ruud Lubbers paralizó con un anuncio serio de ruptura. Aunque ésta no llegó a consumarse, los liberales se han seguido quejando de tener voz pero no voto en la redacción de proyectos tan delicados como el de la eutanasia o la no discriminación social.

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