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Tribuna:LA ARBOLEDA PERDIDA
Tribuna
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Esto es así

Oye, Paco, Francisco Umbral: ¿Sabes lo que te digo? Que tú eres un valiente. Quizá el más sonámbulo, el que sabe gritar más, el más architrabajador, en medio de novelas, charlas, viajes y repartiendo tantos escritos a diario y no sé qué más. Me parece escucharte en la noche, en la voz de todas y todos esos que desbarran y hablan de sus amores y seriamente de todo hasta parecer que el mundo está descoyuntado, partiéndose por la cintura, Umbral, y te lo digo y admiro desde éste tu diario, desde el que he escrito un libro de más de 500 páginas y sigo ahora tan campante, camino a un mismo tiempo de los 87 años, y 22 a la vez, cosa natural, aunque tú eres sólo el que me comprende, Umbral, Paco Umbral, valiente Francisco Umbral, en la tercera página de hoy tu diario y mañana en la otra de otro. No podemos vivir así, aunque sólo sea de ese modo como vivimos, perdiendo la sintaxis, que es la única cosa, la sola manera de expresarse, y, tú, Paco Umbral, valiente y casi el único escritor que lo sabe. ¿Qué se puede decir a media noche desde el centro sonámbulo de España, cuando se dice o se responde a tanta cosa confundida y terrible, en medio de los trenes temerosos de ser descarrilados, los a contra mano vertiginosos automóviles y un vals de Strauss, venido desde el centro de una Viena regida por un nazi? Perdón, Umbral, Paco Umbral, que la Academia no te oiga, porque no entiende tus palabras ni se molesta lo más mínimo por oír sus orígenes.No creo que pueda ofenderte lo más mínimo esto de que te hablo esta noche, cuando no se puede dormir, o a uno no le da la gana de dormir porque hay que guiar y suprimir tantos rayos de luz de la televisión y tanto monótono contoneo de cuerpo y fingidas canciones que, como salidas de lenguas sin lenguas, van hacia un triste vacío, sin nadie. Perdona, Umbral, Paco Umbral, Francisco Umbral, te escribo en medio, o en el casi fin, de la noche, cuando Radio Inter da la hora y se oye tu máquina escribiendo, empujando el vagear del día para que llegue y en forma de columna se estampe en la tercera o en la última y sea molestia para unos, y para otros, desesperada delicia, o cómo nos jode este Umbral, cuándo dejará de escribir...

Yo creo, seriamente, que no podemos enfrentarnos ya con nada, Umbral, porque tu voz está fallando y nos hace falta mucho café encoñacado, innúmeros y fuertes carajillos que nos entonen y ardan en la garganta... Sí. Porque todo ha perdido el tono y estamos tristemente destemplados, llenos de escalofríos y dispuestos a entrar sabe Dios dónde, en qué, Umbral, conducir hacia qué ignorados interiores, sin pasillos y sin ventanas o sin puertas finales.

Pero me despierto y oigo, y luego veo que me han dado un nuevo e inesperadísimo premio: el Mariano de Cavia, por un artículo que escribí el último 14 de diciembre, fecha en que fue enterrada en el cementerio de Majadahonda mi mujer, María Teresa León, al cabo de seis años de haber perdido la razón y vivir olvidada de sí misma, no reconociendo donde vivía, sin saber lo que fue, nada en absoluto de lo que había sido.

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Y me han dado de pronto este premio escritores como el jerezano Manuel Caballero Bonald, gran novelista y poeta, a quien conocí hace muchos años en Bogotá; Luis Rosales, gran poeta también, de los tiempos en que Federico García Lorca iniciaba La Barraca; José López Rubio, ilustre autor de teatro, que conozco desde su primera obra, Celos del aire, y el grande y exaltado pintor granadino Manolo Ribera. ¡Oh! Recibo la primera felicitación del más entusiasta recitador de san Juan de la Cruz, Luis María Ansón, que nos invita en la noche a cenar, recordándome que aquel premio, del que yo sabía su existencia desde 1920, lo habían obtenido escritores como Ramón Pérez de Ayala, Jacinto Benavente, Gabriel Miró, Julio Camba, Salvador de Madariaga, Emilio García Gómez, Luis Rosales, el propio Ansón, Francisco de Cossío...

¡Oh!, es como para dar un salto jubiloso y como para recitar a pleno aire aquel poema inicial mío, dedicado a María Teresa: "Cuando tú apareciste, / penaba yo en la entraña más profunda / de una cueva sin aire y sin salida. / Braceaba en lo oscuro, agonizando, / oyendo un estertor que aleteaba/ como el latir de un ave imperceptible...".

Y todo en vísperas del Premio Cervantes, concedido este año a la ejemplar y plena María Zambrano, a quien Sus Majestades los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía entregarán en el aula central de la universidad de Alcalá de Henares. Estoy contento también porque el poeta, tantos años encarcelado y condenado a muerte, Marcos Ana me ha llevado al emocionante encuentro con la Federación Internacional de Resistentes, en donde se encuentran tantos luchadores de la guerra de España. Me emociona. Recité mi poema A las Brigadas Internacionales, A los jóvenes muertos, recordando a Antonio Machado, a Pablo Neruda y Miguel Hernández, con aquellos últimos días de Madrid, de su cerrada defensa, cuando los niños pisoteaban en las calles y plazas el pan que arrojaba la aviación franquista, momentos antes de la inesperada insurrección del coronel Segismundo Casado.

¡Oh bellos y grandes momentos de mi vida, amigos míos del corazón que hoy junto en estas líneas, unidos al recuerdo de María Teresa en el día de su muerte, cuando iban a cerrar las puertas del cementerio de Majadahonda y nosotros dos escapábamos de nuevo hacia la vida!

Copyright Rafael Alberti.

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