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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La salud del libro

LA GALAXIA del libro encauza los últimos años de este milenio con mucha más salud de la prevista por los agoreros apocalípticos. En el caso español, además, al compás de una cierta euforia económica y de la integración europea, el libro y todas las artes que lo acompañan, desde la escritura hasta el diseño gráfico, se hallan en un apasionante momento de expansión no exento de contradicciones y de taras, como son las seculares deficiencias que sufre la cultura literaria en España: insuficiente red de bibliotecas, público escaso y poco habituado a la compra y a la lectura, arcaísmos en la comercialización y distribución, etcétera. Pero, quizá por primera vez en muchas décadas, el momento no es para lamentaciones.En un panorama cultural en el que el maná presupuestario del Estado se reparte generosamente -y hay artes que parecen sobrevivir sólo mediante este mecenazgo-, el mundo del libro español, apenas sin ayudas, está más vivo que nunca. La producción del año pasado se fijó en tomo a los 41.000 títulos, y la industria editorial española ocupa en este terreno el tercer lugar en Europa, una posición muy superior a la que nuestro país ostenta en los demás terrenos económicos y políticos. Las amenazas que se cernieron sobre la industria cultural, como el colapso de las exportaciones a Latinoamérica, la supresión de las ayudas a la exportación y el establecimiento de un IVA del 6%. -por la entrada en la CE-, provocaron un reflujo en la producción que se va superando poco a poco. No obstante, el libro es un producto objetivamente costoso para la mayor parte de las economías familiares -pese a lo cual no es caro en relación al resto de la oferta cultural-, por lo que la reivindicación de un IVA cero sigue siendo un objetivo que demandar.

Nuestro mundo editorial ofrece un panorama rico, bastante caótico, frágil, pero enormemente vivo. Con índices de lectura muy bajos -uno de cada dos españoles nunca lee un libro-, la oferta se ha ampliado, y las minorías lectoras, sobre todo entre la juventud, crecen lentas pero seguras. Precisamente el bajo índice de lectura demuestra que el mercado está muy lejos de haber tocado techo. La industria del sector se enfrenta a problemas muy graves, a su reordenación interna, a profundos cambios en la distribución y difusión, a la formación de nuevos profesionajes, a su renovación tecnológica y al asalto en tromba de grandes grupos editoriales extranjeros que están penetrando en España.

Esta riqueza se asemeja en ocasiones a una fuga hacia adelante, pero también indica que se están dando pasos de gigante hacia una mayor madurez cultural. El sondeo de opinión que publicó ayer EL PAÍS sobre la lectura en Cataluña -donde el Día del Libro, que coincide con la Diada de Sant Jordi, constituye la fecha cultural más señalada de todo el calendario catalán- demuestra cómo ha crecido y se ha consolidado, principalmente entre las capas de consumidores más jóvenes, un mercado tan frágil como el del libro escrito y publicado en una lengua ninguneada durante décadas y justo ahora en vías de normalización gracias a la Constitución y al Estatuto de Autonomía.

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El caso de la lectura en Cataluña es tanto más sintomático en la medida en que la normalización y el avance de la lengua catalana no aparecen como incompatibles con la propia vitalidad de la lengua castellana, tanto en la lectura como en la escritura, en la que los catalanes, principalmente los narradores, tienen un peso específico creciente. Los perfiles de una cultura literaria funcionando en dos lenguas complementarias que se enriquecen mutuamente, tal como puede observarse de forma incipiente en el sondeo, constituyen un alivio y contrarrestan los esfuerzos de sectores minoritarios que desearían plantear la normalización lingüística desde la confrontación y la polémica. Desde esta perspectiva, la vitalidad del plurilingüismo en España constituye una buena noticia para todos, aunque de este fenómeno no se hayan extraído aún todos los beneficios posibles del mismo y pervivan todavía algunos recelos atávicos.

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