Pinin Brambilla considera absurda la polémica sobre la restauración de la 'Santa Cena'
La autora de la limpieza de la obra de Leonardo pide que se la deje trabajar "con serenidad"
Pinin Brambilla Barcilon, restauradora milanesa de obras de arte, se encuentra en Barcelona, donde participa en una reunión de expertos internacionales para diagnosticar el estado de las pinturas romáicas conservadas en el Museo de Arte de Cataluña. Brambilla considera que la polémica surgida recientemente en Italia alrededor de su trabajo sobre la Santa Cena, de Leonardo da Vinci, que ha motivado una acusación ante la Magistratura de Milán por parte de la concejala republicana Maria Bonatti, es absurda: "No se puede hacer caso de lo que diga cualquier persona; he leído que se nos acusa de emplear un bisturí eléctrico, herramienta que desconozco y que me suena a martillo neumático. Es grotesco".
Brambilla pide que se la deje trabajar "con serenidad" y subraya su intención de permanecer "au dessus de la mélée" en este asunto, con la advertencia de que todo ello no va a precipitar su labor. "Me llamaron para esta restauración por mi experiencia en pintura mural", añade. "Cuando me acerqué por primera vez a la obra, me di cuenta de que no la entendía. Más tarde supe que ello ocurría porque no era Leonardo, sino una pintura con añadidos horrorosos del XVIII hasta el punto de que me parecía imposible la exaltación pública que provocaba. Me costó un mes llegar a este descubrimiento".La restauradora tiene puntos de vista propios sobre Leonardo: "No estoy de acuerdo con la corriente crítica que ha señalado que el artista pretendía hacer algo nuevo en la Santa Cena. Como un pintor auténticamente moderno, quería obtener determinados resultados y para ello escogió los medios que consideró convenientes. No fue al contrario, desde mi punto de vista. Es decir, no buscó lo nuevo a cualquier precio. En realidad, su forma de trabajar es mucho más tradicional de lo que habitualmente se cree, cosa que por ejemplo se descubre en el tratamiento del color. Al no haber acabado aún la restauración es arriesgado emitir un juicio definitivo, porque a lo largo de un trabajo de estas características se producen muchas sorpresas".
Más en general, Pinin Brambilla señala que no es nada fácil opinar sobre un autor como el de la Santa Cena: "Se trata de un pintor que da miedo a los críticos e historiadores del arte, hasta el punto de que muchos no lo estudian por este motivo. Se han escrito sobre Leonardo muchas páginas totalmente equivocadas, porque su pintura había sido completamente alterada a lo largo del tiempo hasta comprometer sus líneas esenciales. Pero bueno, esto es normal, ocurre también en el caso de la Capilla Sixtina. Después de una restauración se produce indefectiblemente una nueva lectura que obliga a replanteamientos en profundidad".
Sentido del pudor
"La restauración perfecta no existe, pero lo que puede aproximársele más se da cuando alguien observa una obra y no aprecia ninguna intervención", reflexiona. "La mejor pregunta que los restauradores podemos esperar es: "¿qué habéis hecho con esta pieza exactamente?". Si por el contrario te dicen: 'qué bonito, qué trabajo excelente habéis hecho, entonces seguro que hay algún fallo".Pocos oficios deben de tener tan exacerbado el sentido del pudor corno el que practica Pinin Brambilla. Según ella, el triunfo de una restauración consiste en lo contrario de lo que habitualmente se entiende: precisamente en que nadie se aperciba de nada. En su forma de vestir, gesticular y hablar, esta profesional milanesa, que trabaja en el sector desde hace 30 años, se corresponde perfectamente con el imperativo profesional. El silencio se intuye como algo que forma parte de su propia persona tanto como de su entorno profesional. El suyo no es un contacto con la gran pintura mediatizado por la palabra, sino un contacto físico, sensitivo, directo, en busca del color perdido, de la forma que hubo en tiempos donde ahora figura un desconchado, una grieta, un agujero. Luego, acabada la restauración en la intimidad del estudio, la obra vuelve al museo, que Brambilla califica como "el lugar de entierro del cadáver".
Pero el tiempo no es, en opinión de Brambilla, un enemigo a combatir: "El problema para un restaurador, al margen de las modas, debe ser siempre el mismo: se trata de devolver a la gente una obra con todo su pathos. No importa las técnicas que se utilizaron en su día, importa el contenido de la obra vista por la gente de hoy. Las modas cambian, pero lo que importa es que perdure el mensaje. El tiempo está ahí y hoy en día nadie. pretende modificarlo ni volver atrás: forma parte de la misma obra. Aunque hay gente que no piensa exactamente lo mismo".
Especialista en restauración , como Carrà, De Chirico o Lucio Fontana, Brambilla no cree en la especialización dentro del sector: "Trabajarnos con enfermos cuyos males son siempre los mismos. Estoy convencida de la necesidad de salir del sector propio para darse cuenta de que el arte es uno de ellos".
Babelia
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