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El alza de los precios y de los tipos de interés centró las discusiones en la reunion del 'grupo de los siete'

Enric González

El G-7, el club de los siete países más ricos del mundo, se reunió ayer en Mount Vernon (Virginia). Los ministros económicos de EE UU, Japón, Alemania Federal, Reino Unido y Francia (los cinco que abrieron la selecta asamblea) y Canadá e Italia (que se incorporan tradicionalmente a la reunión más tarde, en calidad de oyentes privilegiados) se sentaron en uno de los salones de la que fue residencia de George Washington para hablar, fundamentalmente, del gran nubarrón que ensombrece el Plan Brady y todo el paisaje económico mundial: el inovimiento al alza de la inflación y de los tipos de interés, lento pero inexorable durante los últimos meses. La reunión proseguía a la hora de cerrar esta edición.El ministro holandés de Finanzas, Onno Ruding, presidente del comité interino del FMI, hizo el sábado unas contundentes declaraciones, que algunos medios de comunicación norteamericanos interpretaron como una muestra de escepticismo personal ante el Plan Brady. En realidad, Ruding no se oponía a las ideas de fondo del plan de reducción de deuda propuesto por el secretario del Tesoro norteamericano, Nicholas Brady. Es más, en la reunión del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) celebrada hace un mes en Amsterdam lo defendió casi con entusiasmo. Pero el sábado hizo hincapié en un hecho irrebatible: los tipos de interés están subiendo al ritmo que marca el preocupante aumento de la inflación, y con los tipos aumenta automáticamente el volumen de la deuda de los países en desarrollo.

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"Subvencionar los tipos de interés supondría para el FMI y para el Banco Mundial (BM) un ingente derroche de recursos", vino a decir el ministro holandés. En el último año, el incremento de los tipos de interés ha añadido unos 10.000 míllones de dólares a la deuda del Tercer Mundo. "No veo de dónde el Banco Mundial o el FMI pueden sacar todo el dinero necesario para cubrir estos desfases", dijo Ruding.

El ministro holandés añadió otro dato: cada dólar empleado en reducir los intereses tiene un impacto real de sólo diez centavos, tomando un tipo medio teórico del 10%. En cambio, cada dólar destinado a reducir el principal de la deuda es exactamente un dólar menos en el pasivo de los países pobres.

Ruding enfatizó, pues, las ventajas de uno de los dos grandes elementos del Plan Brady, de reducción del principal, y subrayó los riesgos del otro elemento, la laminación de intereses. Aunque fuentes del FMI intentaron restar importancia a la declaración del presidente del comité interino, un portavoz de la delegación alemana coincidió también en subrayar "el peligro de que [una reducción de interés] se convierta en un subsidio general que se prolonga por un largo período de tiempo'.

La cuestión de la inflación y los tipos de interés, directamente relacionada con los astronómicos déficit estadounidenses y con la cotización del dólar frente a las demás divisas era, por tanto, la cuestión que tenían en mente los ministros del G-7 al saludarse protocolariamente ante la hermosa granja de George Washington, rodeada de viejos bosques en plena floración. Gerhard Stoltenberg, el mnistro de Finanzas alemán, había sido muy claro el día anterior al calificar de "indeseable" el alza del dólar, coincidiendo con los comentarios de Ruding acerca de que "Europa teme importar inflación" por culpa del encarecimiento de la divisa norteamericana, y que todo ello dificulta las posibles soluciones del problema de la deuda.

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