Tregua de primavera
SI DE ETA se trata, lo importante es lo que esta organización terrorista haga, no lo que diga. Y lo más significativo del comunicado difundido el pasado lunes es el anuncio de que la tregua se prolongará hasta finales de junio. Es cierto que el texto dice otras cosas, pero, cualquiera que sea la valoración que de ellas pueda. hacerse, ninguna resulta tan trascendente para el objetivo de la paz como el compromiso de ETA de dejar de matar al menos durante otros tres meses. Todo el proceso iniciado en Argel se basa en una premisa previa: la de que la ausencia de violencia, aun que sea provisional, crea una dinámica a Favor de la paz que, en caso de prolongarse durante un tiempo suficiente, modifica radicalmente el escenario político y social, hasta el punto de poder implicar incluso a los sectores más recalcitrantes. Además, ya constituye un avance signicativo el hecho de que el, lenguaje binario tradicional de ETA -compuesto de dos únicos signos: matar y no matar, se enriquezca con otras consideraciones, sean éstas realistas o fantasiosas. No es seguro, pero tal vez estas observaciones permitan un djía enhebrar un diálogo racional cuya desembocadura sea la paz. Y de eso se trata, siendo hoy de segundo orden todo lo demás.Lacónica hasta el límite, la declaración hecha pública ayer por el Gobierno evita cualquier polémica sobre el contenido del mucho menos conciso comunicado de ETA, limitándose a constatar que las conversacicnes de Argel han contribuido a crear un clima de distensión y a abrir expectativas de solución, lo que justifica seguir el proceso iniciado, siempre "en el marco de los principios de un Estado de derecho y de los acuerdos entre los partidos políticos". Así, ni se desmiente ni se confirma la pretensión de ETA y HB de que los términos del comunicado de los terroristas son fruto de un acuerdo pactado con el Gobierno. Las declaraciones de los portavoces de los partidos que se entrevistaron ayer con el ministro Corcuera parecen indicar que se les han dado garantías de que ese comunicado no es asumido por el Ejecutivo. Entonces, la negativa a polen-úzar habría de interpretarse como una señal de que se reconoce la dificultad de ETA para acreditar ante las bases del nacionalismo radical, previamente calentadas con promesas de imposible cumplimiento, un pacto que se mantiene en los límites establecidos por las fuerzas democráticas. A saber: que nada que afecte a la generalidad de los ciudadanos podrá ser objeto de transacción, trátese de la modificación de la Constitución en el sentido deseado por los terroristas o del futuro institucional de Navarra. En otras palabras, que lo que se discute es el futuro de ETA, y no el de Euskadi.
Si es así, habrá que resignarse a dar por buena la baza propagandística concedida a ETA, porque es cierto que uno de los factores claves de todo el proceso es que los terroristas sean capaces de presentar su derrota política como algo parecido a una victoria moral. En este contexto cabe considerar la confusa mención a la constitución de una mesa paralela, inicialmente integrada por el PSOE y HB y a la que se sumarían luego los demás partidos, que discutiría los asuntos propiamente políticos. La obsesión de ETA por obtener un certificado de legitimidad, que dependería de la transformación de las conversaciones en negociaciones políticas, explica esa interpretación, que cabe considerar unilateral, por más que resulte absurdo pensar que los partidos comprometidos con el Pacto de Ajuria Enea vayan a aceptar una negociación sometida a la presión de los terroristas. Estos partidos han reafirmado su renuncia a obtener cualquier tipo de ventajas políticas asociadas a las conversaciones de Argel, propon.iendo a HB su integración en la Comisión Institucional del Parlamento vasco, en cuyo seno cualquier asunto podrá ser objeto de discusión.
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