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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Mujeres de

este país: ¿qué hacemos que no nos ponemos minifalda todas a una e inundamos los juzgados de denuncias por abusos deshonestos, insultos, amenazas, coacciones, malos tratos y otros tipos de violencia de palabra y de obra como parece que deba llevar implicado el ponerse una prenda de ropa de más o menos centímetros?O extremo contrario: ¿qué hacemos que no nos decidimos a salir a la calle e inundar los oídos de los hombres con groserías, piropos de buen o mal gusto para rebatir sus convicciones con miradas impertinentes a poco que nos guste la forma de sus nalgas o creamos que nos han mirado provocativamente aunque lo que miraran fuera la probable llegada del autobús?

¿Y si simplemente no nos ponemos ninguna ropa concreta, sino una cualquiera no especialmente atrayente, es decir, un jersey y unos pantalones normales y corrientes, no demasiado ajustados, ni demasiado cortos, ni demasiado largos, y vemos que podemos seguir atascando los juzgados con denuncias por todo lo anteriormente expuesto?

¿De quién es el problema, entonces? ¿De quién o de qué? ¿De la ropa? ¿Del clima de esta España que crea extraños pensamientos debido al calor? ¿Del buen comer del que hacemos gala, que igual que nos lleva a la modorra de la siesta nos puede llevar a la desesperación de la lujuria inaplacable?

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Queridos señores: creo tener razón al opinar que esta guerra absurda entre dos sexos que tanto se buscan con apasionamiento como se desprecian con el horror más profundo debería terminar de una vez, o al menos dejar de ser entendida como parece que lo es ("si es que van provocando").

Y si aún sigue habiendo quien puede ver en cualquier detalle motivos para agredirnos sexualmente, acción disculpable entonces, que alguien me informe, por favor, de cómo andan las cosas en Alaska; si tapados de cuerpo entero y con el frío que deben soportar, los hombres nunca se sienten tentados a forzar a sus congéneres por medio de la violencia, o del chantaje, o de la coacción, como parece ser que en este país está permitido por motivos tan discutibles, o que al menos resultan comprensibles incluso a niveles jurídicos-

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