La llama de Esquipulas
LOS ESPERANZADORES resultados de la reunión de presidentes de Centroamérica que acaba de celebrarse en Costa del Sol (El Salvador) han llevado a afirmar al presidente costarricense, Óscar Arias, que la "llama de Esquipulas no se ha apagado ni se apagará". Su satisfacción está plenamente justificada después de que en los últimos tiempos se hubieran esfumado las esperanzas puestas en el plan que él mismo patrocinó en agosto de 1987. Los presidentes centro-americanos habían aplazado una y otra vez una reunión planeada desde hacía varios meses. El argumento de que era preciso esperar a que el nuevo presidente de EE UU tomase una posición sobre los problemas de la zona no era baladí. Pero esa pasividad era peligrosa, porque podía dar la impresión de una renuncia a tomar iniciativas propias para restablecer la paz en la región.Felizmente, no ha sido así. En Costa del Sol no sólo la llama de Esquipulas se ha reavivado, sino que el proceso de paz puede haber entrado en su recta final. La opinión mundial ha acogido con sorpresa -y con alegría- las decisiones fundamentales adoptadas en esa reunión: en primer lugar, en un plazo de tres meses, la contra -formada por unos 13.000 combatientes situados en Honduras- será desmovilizada, repatriada o reubicada en otros lugares; en contrapartida, Nicaragua celebrará elecciones municipales y presidenciales en el plazo de un año, con una legislación sobre Prensa y funcionamiento democrático que garantice a todos los partidos una participación justa, y bajo supervisión internacional. Entramos, pues, en una nueva etapa, caracterizada, en primer término, por la adopción por parte de Nicaragua de un camino que la aleja del totalitarismo. Por otra parte, se va a poner fin a la nefasta aventura de la contra, que ha causado al pueblo nicaragüense más de 30.000 muertos.
¿Qué causas han dado este tinte más luminoso al horizonte centroamericano? En primer lugar, el sandinismo, después de los pasos que dio en 1987 para negociar con la contra, parece decidido a jugar de verdad la carta democrática. Ello supone el triunfo en su seno de los sectores más abiertos e inteligentes. Sin caer en la simplificación de atribuirlo todo a la influencia de las grandes potencias, parece obvio que la tendencia predominante en el mundo comunista a reconocer el pluralismo ha tenido efectos positivos sobre Nicaragua. En lo inmediato, la nueva actitud del sandinismo tendrá que reflejarse en una libertad efectiva de la Prensa y en la posibilidad de creación y actuación de los partidos políticos.
Aún no se conoce la reacción oficial de EE UU, pero es evidente que algunas actitudes permiten entrever una evolución de la Administración norteamericana hacia posiciones más dialogantes. Así sucedió, por ejemplo, con ocasión de la reciente visita del vicepresidente Quayle a El Salvador, durante la cual, distanciándose de la derecha salvadoreña, reconoció los elementos positivos de la última propuesta de paz de la guerrilla. El presidente hondureño. ha afirmado ahora su convicción de que Washington aceptará lo decidido por los presidentes en Costa del Sol. Son palabras de una persona que depende por completo de EE UU. La decisión de los presidentes centroamericanos ofrece al presidente Bush un punto de partida sumamente útil para emprender un nuevo camino en un momento en que todo el mundo reconoce que la política de Reagan en Centroamérica ha sido calamitosa y ha dañado seriamente el prestigio internacional de EE UU.
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