El racismo es blasfemia y pecado, según Juan Pablo II
El racismo es una blasfemia y un pecado del que ni siquiera la comunidad cristiana ha estado completamente exenta, afirma Juan Pablo II en un documento que el Vaticano publicará oficialmente el viernes y que ha sido filtrado parcialmente a la Prensa italiana. En el texto se critican algunas actitudes mantenidas por colonizadores españoles en América, que en ocasiones fueron secundadas por algunos misioneros.
El título completo del documento es La Iglesia frente al racismo, por una sociedad más fraterna. Se trata de un texto de 44 páginas preparado por la Pontificia Comisión Justicia y Paz, el organismo de la Santa Sede presidido por el cardenal francés Roger Etchegaray, hombre abierto y que ha sido uno de los primeros en ser invitados a visitar China y algunos países conflictivos de África.Por el texto desfilan los racismos históricos que van desde la antigüedad grecorromana hasta las formas nuevas del futuro próximo de la eugenesia. Y al mismo tiempo es un manual de comportamiento para los cristianos.
"El prejuicio racial, que niega la igual dignidad a todos los miembros del género humano y blasfema contra el Creador, debe ser combatido desde sus raíces", se afirma en el texto. Y para salir de la lógica blasfema del racismo, dice el Papa, "hay que empezar por purificar nuestra mirada, ya que alimentar pensamientos y actitudes racistas es un pecado que va contra el mensaje de Cristo".
Juan Pablo II sale al paso de quienes podrían acusar a la Iglesia de pecar de racismo, al señalar: "La Iglesia busca sobre todo cambiar la mentalidad racista, incluso en el interior de sus comunidades, y no obstante reconocer los límites y pecados de sus súbditos". Más aún, el documento firmado por el Papa afirma: "Los cristianos tendrán que admitir con humildad no haber sido siempre coherentes en el campo del racismo en el curso de la historia". Y pone algunos ejemplos concretos, como la actitud de algunos cristianos con los judíos, quienes han tenido que sufrir, dice el documento, "graves acusaciones, humillaciones y proscripciones". También se aborda el tema de las atrocidades cometidas por los colonizadores del Nuevo Mundo. Y aunque se subraya que ha habido papas, teólogos y sacerdotes que han defendido a los indios, se admite también: "Allí donde los misioneros aceptaron la dependencia del poder político les fue más difícil poner freno a la dominación de los colonos, y a veces llegaron a animarles, para lo cual se sirvieron de interpretaciones falaces de la Biblia". El documento nombra, sin embargo, la oposición que la Iglesia hizo siempre al mayor de los racismos: el nazismo.
El texto condena también con dureza el exterminio en masa realizado en Camboya y Armenia, y se afirma que hoy el racismo sigue vivo no sólo en Suráfrica, sino que también lo sufren los aborígenes de diversos países. Entre el racismo se coloca la discriminación religiosa.
El término racista se aplica, asimismo, en el campo social. El documento afirma que no sólo es una actitud racista discriminar a los hombres por el color de la piel o la raza, sino también considerar inferiores a los ciudadanos de quienes se explota su trabajo.
Algunos teólogos romanos comentaban ayer que el documento es bueno, aunque olvida que precisamente el Vaticano sigue manteniendo dentro de la Iglesia un cierto tipo de racismo en relación con la mujer, a la que se le impide la posibilidad de llegar el sacerdocio.
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