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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El eje Rabat-Argel

EL PRÓXIMO día 15 dará comienzo en Marraquech una cumbre de los jefes de Estado de Marruecos, Mauritania, Argelia, Túnez y Libia que puede llegar a tener importantes consecuencias para el futuro de la región, ese Gran Magreb que, con unos matices u otros, apetecen todos los participantes. La cumbre habrá sido preparada con espectacularidad por la visita de Estado que hoy realiza a Marruecos el presidente Chadil Benyedid, la primera de un jefe de Estado argelino en 20 años. A lo largo de los últimos 13, las relaciones entre los dos países magrebíes habían estado enturbiadas por el conflicto del Sáhara. También Mauritania había sufrido las duras consecuencias de ser parte involuntaria de la guerra. Y el actor principal, el Frente Polisario, habiendo ganado muchas de las batallas políticas y militares y haciendo gala de excelente sentido político -no menor que el de su interlocutor-, se ha entrevistado en dos ocasiones con el rey Hassan, la última de las cuales ha tenido lugar durante el pasado fin de semana.Todos saben que el esfuerzo unificador del Magreb pasa necesariamente por la solución del tema del Sáhara además de por la suavización de las rencillas libio-tunecinas. Hace medio año se pusieron las primeras piedras para la construcción del Gran Magreb, primero con la reconciliación de los varios líderes norteafricanos y después con la primera cumbre de Argel, en junio. Finalmente, el rey marroquí se decidió a atender los esfuerzos mediadores de las Naciones Unidas, encarrilando de ese modo el espinoso problema de la antigua colonia española.

Desde entonces, las autoridades de todos los países involucrados han trabajado firmemente en la formulación de proyectos e iniciativas. En la cumbre de Marraquech puede darse carta de naturaleza a una Unión Árabe Magrebí. Los cinco países del Norte de África se convertirían así en el último legado al club de los mercados comunes. Debe alabarse la visión política y económica de los mandatarios que estarán presentes en Marraquech el día 15. Por una vez parecen haberse decidido a huir de conceptos grandilocuentes para concentrarse en realidades más prácticas. Quedan olvidados los viejos sueños de uniones políticas -como las favorecidas por Libia en otros tiempos- que eran fruto de una ensoñación pasajera que hacía ver hermandades donde no había más que entelequias.

Ahora se trata de poner en común economías dispares, aunque complementarias, para unir los mercados de 62 millones de seres en lo que puede ser una formidable entidad en desarrollo. Parece casi una utopía: Libia y Argelia tienen el petróleo y el gas; Mauritania, minerales y pesca; Marruecos -y el Sáhara, cuyo futuro no debe ser tomado a beneficio de inventario-, fósfátos y una pujante agricultura, y Túnez, pequeña industria y estructura financiera. Un mercado común con gran futuro, si la idea cuaja, entre otras cosas porque es conocido el efecto que este tipo de organizaciones tiene sobre el desarrollo de la democracia y la libertad. Virtud nada desdeñable en una zona que, en varios momentos de los últimos años, ha padecido una crisis de identidad de la que no es ajena la marea del fundamentalismo islámico.

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La Unión Árabe Magrebí arrancará, además, con una ventaja sobre otras del Tercer Mundo: las intensas relaciones de todo tipo que tienen los países que la integrarán con sus vecinos de la otra orilla del Mediterráneo. Las relaciones futuras de ambas comunidades podrán ser ejemplo de cooperación Norte-Sur.

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