Una asamblea electoral a la rusa
Relato directo de un debate popular y cómo se votó la exclusión de Sajarov como candidato del nuevo Parlamento de Gorbachov
La selección de candidatos a los escaños del Congreso de los Diputados populares de la URSS (el nuevo Parlamento de Gorbachov),es un galimatías para muchos ciudadanos, desilusionados por la complejidad del proceso cuando apenas han comenzado a tomarle gusto a la comparación de programas y a la posibilidad de dar rienda suelta a las ideas políticas propias. La corresponsal de EL PAÍS en Moscú asistió a una asamblea electoral que comenzó el viernes por la tarde y concluyó en la madrugada del sábado en el barrio de Octubre de Moscú.
Andrei Sajarov, rechazado por el Presidium de la Academia de Ciencias, fue uno de los 13 candidatos sometidos a la votación del barrio de Octubre, donde está la sede del Presidium y muchos de los institutos de la Academia de Ciencias de la URS S.Sobre las seis de la tarde, los vecinos comenzaban a llegar, pasaporte en mano, al Instituto de Aceros y Aleaciones. En el vestíbulo recibían un tarjetón azul para votar. Luego acudían al buffet, surtido con los bombones que han desaparecido de las tiendas, o consultaban la propaganda electoral.
A juzgar por las octavillas, Boris Kashin, diputado del actual Soviet Supremo de la URSS, y Yuri Kirilov, ambos miembros del PCUS, eran los candidatos más oficiales. El primero se anunciaba como un "destacado científico, bien conocido no sólo en nuestro país, sino también en el extranjero", y el segundo es el director de la fábrica El Proletario Rojo.
Anatoli Medvedev, del Instituto de Investigaciones Nucleares, había redactado su prograina con ordenador: Prensa libre, derecho a fundar asociaciones sin ningún tipo de permiso, garantías de trabajo para los despedidos en las empresas que cierren, aumento de sueldos y pensiones. Medvedev hacía compatible su inifitancia en el PCUS con la pertenencia a Memorial, una organización dedicada a las víctimas de la represión estalinista.
El académico Igor Shafarevich, por sil parte, hacía hincapié en los problemas económicos de la República Federativa Rusa, con tintes nacionalistas y exaltación del campo.
Comenzaba la asamblea. Los representantes del ayuntamiento habían estudiado la ley electoral de memoria. No en vano los funcionarios moscovitas se han preparado para las elecciones del 26 de marzo jugando a la democracia, en una especie de ensayos de salón que han llegado a ocupar la sala de conferencias de Prensa del Ministerio de Exteriores.
La realidad, sin embargo, superaba a los ensayos. ¿Hay que dar 10 o 15 minutos a los candidatos? ¿Ha de ser ¡limitado el turno de preguntas? Para cada cuestión surgían varias posturas.
"Den su voto a Svedana Ushakova, casada, con cuatro hijos, sin partido, profesora, fundadora del consejo de familias numerosas del barrio". En la sala sonaba un murmullo de escepticismo. Más tarde, Ushakova, una mujer esbelta con una cola de caballo, lanzaba al auditorio un programa de connotaciones feministas. El elevado número de abortos en la URSS es una "vergüenza", afirma. Si sale elegida, Ushakova velará para que se produzcan o se importen anticonceptivos, con el fin de acabar con el aborto como principal método de prevención de la natalidad.
Los candidatos
Los candidatos se proponían a sí mismos o lo hacían a través de sus grupos de presión. A la lista de candidatos se añade Botvich, un miembro del Frente Popular de Moscú; Greshko (un cosmonauta), Alexandr YakovIev (un jurista) y Andrei Sajarov, que no está en la sala. Sajarov es propuesto por un representante del Instituto de Física Lebedev. "Ayer supimos que Sajarov no fue elegido por el Presidium, aunque le apoyan más de 50 institutos". La sala pregunta dónde vive Sajarov. El premio Nobel de la Paz no vive en el barrio, pero trabaja en él y, por tanto, tiene derecho a ser elegido.
Al oír el nombre de Grigori BakIanov, otro de los candidatos, el sector rusófilo de la sala se activa.
BakIanov, el director de origen judío de la revista Znamia, "publica anónimos en su sucia revista", dice alguien del público, a quien otro sector del auditorio acusa de representar a Pamiat (Memoria), una organización antisemita.
Dos candidatos que se proponen a sí mismos se definen como obreros. El ingeniero Osyn, uno de ellos, se inscribe en la corriente populista de Boris Eltsin, al que destituyeron, dice, "por querer quitar los privilegios a los dirigentes". La sala reacciona con una ovación.
El público quiere saber cuál es el sueldo o el tamaño del piso donde vive el candidato. Quiere saber si el candidato, o la candidata, quiere construir un monumento a las víctimas de Stalin o piensa también en la represión de los años veinte.
Al filo de la medianoche, cuando las empleadas del guardarropa han dado el ultimátum, llegan las votaciones. Derrumbados, somnolientos, irritados o divertidos, los vecinos escriben los nombres de sus favoritos en el tarjetón. Tantos como quieran.
Se recogen 721 votos. El académico Shafarevich se lleva 336. Sigue Osyn, con 267 votos, y en tercer lugar, Sajarov, con 255 votos. Ninguno de los aspirantes ha reunido la mitad más uno de los votos necesaria para su elección. La sala se agita. ¿Cómo es posible que haya 721 votos si se contaron 641 al principio? Un error de cálculo, dicen.
Las votaciones se declaran nulas. Ahora la palabra la tiene la asamblea electoral de distrito, que debe decidir sobre los candidatos definitivos a registrar por la comisión electoral.
El público cuestiona la asamblea y la comisión.
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