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Nerviosismo y dureza del Gobierno checo ante la oleada de manifestaciones

Las autoridades checoslovacas acusaron ayer a disidentes de amenazar con armas de fuego a la policía y de proferir amenazas de bomba. El régimen checoslovaco reaccionó con gran nerviosismo y dureza a la oleada de manifestaciones que se viene produciendo toda la semana en Praga y que no tienen precedentes en las últimas dos décadas.Entre gritos de "svoboda" (libertad) y "viva Dubcek, viva Gorbachov", varios miles de manifestantes han retado en las calles a la policía y al régimen. En el partido han surgido los primeros enfrentamientos entre partidarios de mayor tolerancia para con los manifestantes y los defensores de una represión dura y sin miramientos.

Fuerzas de la policía impidieron ayer el acceso a la pequeña localidad de Vstaty, a 30 kilómetros de Praga, donde había sido convocado un homenaje a Jan Palach, el joven que se autoinmoló hace ahora 20 años en protesta por la invasión soviética de Checoslovaquia. Sin embargo, la policía no utilizó ayer la violencia. El jueves se produjeron los incidentes más graves cuando la policía no disolvió, sino encerró, a los manifestantes en la plaza de San Wenceslao y los apaleó en una amplia operación de escarmiento. Sólo ese día fueron detenidas 240 personas, según el diario MIada Fronta.

En una nueva escalada hacia la criminalización de los miles de manifestantes que desde hace una semana se congregan diariamente en el centro de Praga en demanda de reformas democratizadoras y libertad de expresión, el órgano oficial del partido, Rude Pravo, señalaba que jóvenes manifestantes habían amenazado con pistolas a la policía.

Los comentarios de la Prensa oficial y comunicados de empresas en los que se solicita fuertes castigos para los "elernentos antisocialistas" parecen confirmar que las autoridades están decididas a imponer penas ejemplares a parte de los detenidos.

El cementerio de Vstaty, donde trasladaron en 1971 las autoridades el cuerpo de Palach, estaba ayer cerrado "por razones técnicas". Las carreteras de acceso estaban vigiladas y sólo se permitió el acceso a algunos corresponsales occidentales.

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