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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los precios de 1988

LA PUBLICACIÓN del índice de precios al consumo (IPC) del mes de diciembre no ha aportado novedades sustanciales en relación con lo que se esperaba. El índice final, de diciembre a diciembre, ha alcanzado un 5,8%, mientras que el correspondiente al promedio anual ha sido del 4,8%.Este resultado tiene una importancia particular, ya que la recuperación del poder adquisitivo perdido por el desbordamiento de las previsiones oficiales constituye una de las reivindicaciones sindicales desencadenantes de la huelga general del 14 de diciembre. El Gobierno se ha negado insistentemente a aceptar esta petición por considerar que equivale a indiciar la economía, algo que los sindicatos rechazan por entender que, a pesar de todo, lo que se negocia cada año no es la inflación pasada, sino la futura, y que uno de los requisitos básicos para poder seguir haciéndolo es la credibilidad de las previsiones.

La señalada inicialmente por el Gobierno para el año pasado fue de un 3%. Muchos consideraron desde el principio que se trataba de una previsión exigente, con muy pocas posibilidades de cumplirse. Esta conclusión resultaba de un análisis objetivo de los determinantes de la inflación, entre los que figuraba la propia evolución de los salarios, previsiblemente superior a esa cifra. Muchos convenios se firmaron con aumentos nominales del 5%, a lo que hay que añadir los deslizamientos y otras circunstancias que intervienen en la determinación de la masa salarial. Y aunque es cierto que el incremento de la productividad ha neutralizado una parte de este aumento, la realidad es que no ha conseguido absorberlo íntegramente, de tal forma que el incremento salarial ha sido una de las causas, no la única, como bien señalan los sindicatos, del desbordamiento. De entre las restantes conviene destacar el aumento de los precios de los productos agrícolas no elaborados. También contribuyó la caída de los precios del petróleo, parcialmente trasladada hacia los consumidores.

En la polémica desatada por el desbordamiento de las previsiones oficiales, los sindicatos han puesto un énfasis especial en el aumento de los beneficios de las empresas como uno de los elementos responsables del aumento de los precios. Aunque no se dispone de cifras definitivas para 1988, es muy probable que el llamado excedente empresarial haya aumentado su participación en la renta nacional. En algunos sectores, el alza de los precios ha ido bastante más allá de lo que puede explicar un análisis objetivo de los costes: la pujanza de la demanda ha permitido a muchas empresas, fundamentalmente de servicios, ensanchar sus márgenes sin mayores problemas. Pero estas consideraciones no deben ocultar que la cuestión esencial es la del aumento de la productividad y su reparto, con independencia de los salarios nominales pactados. La productividad media de la economía española se halla muy por debajo de la media comunitaria, y, aunque está aumentando, falta aún bastante para alcanzar a nuestros vecinos. Es probable que haya que esperar a que amainen las tensiones actuales para plantear estos problemas con serenidad y acordarles la importancia que merecen. De esta manera sería posible reducir el protagonismo, sin duda excesivo, del IPC en la política económica española.

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