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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Huevo de serpiente

LA EUROPA multicolor que muchos sociólogos prevén para las próximas décadas queda todavía lejos en el horizonte de la población española. Como el resto de los europeos, los españoles somos cada vez menos fértiles y más viejos, pero, a diferencia de otros países europeos, en el nuestro apenas se puede hablar de choque cultural originado por la inmigración. Son apenas unas decenas de millares los ciudadanos africanos y asiáticos que llegan a España en busca de un trabajo o de mejores condiciones de vida.Nuestras ciudades no tienen ni barrios enteros de inmigración extranjera, ni los contrastes de religiones, de colores de piel y de culturas que pueden hallarse fácilmente en Berlín, en Londres o en Marsella. Y, sin embargo, a pesar de que no existen las condiciones para fenómenos como el lepenismo francés, el racismo asoma la oreja de forma inquietante. Quizá por ello resulten más graves estos episodios que, como un síntoma tenebroso -el huevo de la serpiente del fascismo y de la exclusión-, motean cada vez con mayor frecuencia la geografía española.

Los incidentes ocurridos en Santa Coloma de Farners no pueden ser más inquietantes. En una pequeña y civilizada ciudad catalana, donde los africanos se hallan controlados hasta la exasperación mediante un sospechoso carné municipal, algunos desaprensivos de inconfundibles sentimientos racistas pinchan las ruedas de 11 coches pertenecientes a la comunidad africana. El alcalde reacciona acusando directamente a los propios perjudicados, por hacerse ver y por hacerse las víctimas, e insinúa que ellos mismos pueden ser los autores de la gamberrada. De una reunión entre el gobernador civil de la provincia de Gerona (socialista) y el alcalde (convergente) surgen dos iniciativas: una obvia y redundante, como es intentar hallar a los responsables de los pinchazos, y otra realmente inexplicable, cual es realizar un nuevo censo de los africanos para expulsar a quienes se hallen en situación ilegal. Es decir, gobernador civil y alcalde dan la razón a los gamberros pincharruedas que con su acción perseguían precisamente limitar la presencia, indeseable para ellos, de ciudadanos de origen extranjero tan honorables y respetables, como mínimo, como los millares de españoles que han escrito la historia de nuestra emigración a Europa y América.

Por fortuna, España, a diferencia de otros países, no cuenta en su tradición ideológica con una extrema derecha racista. Según los ideólogos del fascismo español de los años treinta, esto ha sucedido gracias a los Reyes Católicos y a su gesto de intolerancia al expulsar a la comunidad judía en 1492. También ha sido así gracias al secular aislamiento español. Hay una notable homogeneidad cultural, no existe una presencia cuantitativamente importante de inmigrantes, y no hay tampoco una gran tradición de racismo y de exclusión, pero en cambio empiezan a aflorar problemas concretos y localizados de racismo visceral e inconsciente, principalmente en zonas rurales. En los próximos años desaparecerán las fronteras en Europa y se agudizará el desequilibrio demográfico entre una Europa envejecida y necesitada de mano de obra y un Tercer Mundo joven y prolítico. Entonces, el continente entero, y España con él, tenderá hacia los tintes del arco iris en religiones, culturas y colores de la tez. Quienes intenten parar esta tendencia contribuirán a construir una sociedad escindida en guetos y minorías. Quienes intenten amortiguar el choque cultural e integrar democráticamente a los recién llegados contribuirán a construir la Europa del futuro.

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