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Liberado de la sombra de Reagan

Un 'nuevo' Bush se apresta a tomar la Casa Blanca el próximo viernes con un Gabinete pragmático

Francisco G. Basterra

El presidente argentino, Raúl Alfonsín, pasó recientemente por Washington y quedó sorprendido de la competencia y el dominio de la problemática latinoamericana de Bush durante la entrevista, de una hora de duración, que mantuvieron los dos políticos. Ya no es el dudoso Bush, el vicepresidente mudo en la Casa Blanca, el vacío número dos, siempre "sí, señor", al que llegaron a calificar de "perro faldero" de Reagan. El éxito y el poder han provocado una increíble transformación del presidente electo, al que se presenta como el nuevo Bush.

Un político peligrosamente menospreciado por la Prensa, que lo etiquetó como "pelele ñoño, hijo de papá", y por el candidato demócrata, Michael Dukakis, lo que le costó en parte la presidencia, emerge al término del período de transición como presidencial, con carácter. Y, de momento, sólo ha efectuado gestos; el principal, una política de mano tendida y conciliación hacia el Congreso, que dominan los demócratas. El diagnóstico más general es que George Herbert Walker Bush, de 64 años, proyecta una imagen nueva porque se ha liberado de la sombra de Ronald Reagan.Ocho años en los que, astutamente en contra del consejo de muchos listos, Bush actuó en un oscuro segundo plano, absolutamente fiel al comandante en jefe, tanto en los éxitos como en los desastres. Nunca se desmarcó del presidente, ni siquiera en los días negros del Irangate, y esperó a que llegara su momento en una estrategia de 25 años de vida pública perfectamente trazada. Le quedan sólo cinco noches más en la casa victoriana del Observatorio Naval, desde la que el viernes se trasladará a la Casa Blanca.

Por fin ha llegado la hora freudiana de matar al padre y poner a la leyenda, sobre un caballo, camino del rancho de los Reagan en California. Y Bush está disfrutando estos días. Se le ve relajado, con sentido del humor y con progresiva confianza, controlando una de las transiciones más suaves que se recuerdan. Mientras el país asiste a una interminable despedida nostálgica de Ronald Reagan -no hay día en que no le diga adiós a alguien o a algo-, los Bush preparan su toma física del poder, sin ruido, de una forma muy profesional.

Bárbara, con sus collares de perlas de tres vueltas, bisutería de 95 dólares, y su aire de matrona y abuela del juvenil George, está destinada a ser una fuerza importante en la nueva presidencia. Completamente distinta a la reina Nancy, pero igual de influyente. Hay quien ya habla de unos Kennedy, pero con 25 años más. Otra familia rica de la costa Este.

Mucho niño por la Casa Blanca, abierta a los hijos y nietos. Énfasis, probablemente sentido, en la gran familia y visitas periódicas a la iglesia episcopaliana. Bush ya ha advertido, al contrario de Reagan, que jugaba políticamente con la religión, pero no pisó una iglesia en ocho años, que la seguridad no le hará abandonar sus deberes espirituales.

Imagen de persona normal

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Los Bush han prometido seguir saliendo a cenar a sus restaurantes preferidos, un chino en las afueras de Washington y cualquiera que ofrezca una buena comida mexicano-tejana. Ha buscado estos días proyectar una imagen de persona normal, acudiendo al cine con su balde de palomitas de maíz y Coca-Cola, o al teatro en el Kennedy Center, o a cenar en restaurantes de tipo medio. Dejándose fotografiar mientras pescaba, metido en las olas, en Florida o, desde un pequeño bote, carpas en Alabama, o cazando codornices con su escopeta del 20 en Tejas, Bush ha ofrecido un nuevo estilo.Trata de atenuar su imagen elítista, y en Kennenbunkport, el pueblo de pescadores de langosta de la costa de Maine donde el nuevo presidente tiene una casa de 25 habitaciones y que se convertirá en la Casa Blanca de vacaciones, Bush ha salido a comprar personalmente los quesos o alquilar los vídeos para el fin de semana. Ya se anuncia que las cortezas de cerdo y el juego de las herraduras van a ser los hobbies favoritos del nuevo presidente.

Es un nuevo estilo, más gerencial y atento al detalle, menos distante, sin la magia del gran comunicador, pero que quizá sea más eficaz. Y ya ha comenzado el distanciamiento de la era Reagan, confundiendo a los que apostaban por un reaganismo sin Reagan. No habrá prisas por un nuevo tratado de armas estratégicas con los soviéticos, y no se abrazan el entusiasmo y la fe, personales, de Shultz y el anterior presidente por Gorbachov. Nueva política en preparación hacia Nicaragua. Y Bush habla de que ya es hora de que "tengamos una política antidroga, y de reconocer que la deuda del Tercer Mundo es más que un problema técnico".

Bush vive una lógica luna de miel que puede, sin embargo, acabar abruptamente cuando, a partir del mediodía del próximo viernes y tras unas fiestas de toma de posesión, con Julio Iglesias incluido, que durarán tres días y costarán 25 millones de dólares (unos 2.900 millones de pesetas), se enfrente a la realidad de un legado que no sólo es el milagro americano del que hablaba Reagan. Un déficit fiscal de 160.000 millones de dólares o la necesidad de trazar una estrategia para evitar la pérdida de competetividad en sectores claves estratégicos ante Japón o responder al constante reto de la revolución de Mijail Gorbachov.

Hasta ahora, el cambio operado es sólo de personalidad y de estilo, pero Bush, básicamente, continúa sin ser probado como líder. Se desconoce si tiene una estrategia para su presidencia. Es un hombre que no posee un gran concepto estratégico, no sabe adónde quiere ir en todos los temas, pero sí cómo llegar, explicaba a EL PAÍS uno de sus más importantes asesores en la nueva Casa Blanca. Y la incógnita no comenzará a despejarse hasta el día 20. Pero las señales que ha enviado hasta ahora son positivas.

Republicanismo tradicional

A la banda de los californianos y los ideólogos le sustituye un equipo -concluido el pasado jueves- de personalidades pragmáticas, centristas, moderadas, más preocupadas por la competencia que por las grandes ideas y sin la carga negativa hacia el Gobierno de los reaganistas. El Gabinete elegido por Bush es la vuelta, tras ocho años de revolución conservadora, del republicanismo tradicional, el establecimiento de la costa este, de Wall Street, alumnos de Harvard, Yale o Princeton.En este sentido se augura una Administración clásica republicana, muy lejana del populismo de Reagan o incluso de Nixon, y más próxima a Eisenhower o Gerald Ford. Brady, en el Tesoro; Baker, en Estado; Tower, en el Pentágono; Mosbacher, en Comercio; Scowcroft, como consejero de Seguridad Nacional. Con la excepción de dos mujeres, y la concesión a la raza negra, el ministro de Sanidad, y a los hispanos, dos puestos en el Gobierno, los ministros son, según el novelista Christopher Buckley, "puramente establishment costa este, buenos, extremadamente blancos, con trajes clásicos mal cortados, con cinco centímetros de aire muerto entre sus cuellos y las chaquetas".

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