El 'rais' Mubarak, a las puertas de la reconciliación final
Los esfuerzos del presidente egipcio, Hosni Mubarak, durante los últimos meses están a punto de dar en la diana: el regreso del país del Nilo a la Liga Árabe. La marginación que supuso la firma de los acuerdos de paz con Israel, hace nueve años, empezó a difuminarse tras la cumbre de Amman de noviembre de 1987. Si el proyecto jordano de mediación con Siria prospera, la próxima reunión de jefes de Estado árabes contará con la presencia del rais Mubarak.
El confinamiento al que Egipto fue relegado por la comunidad árabe en 1979 no mermó su lealtad a los países hermanos. Los diferentes conflictos regionales le han permitido dar prueba de ello. El alineamiento egipcio con Irak en la guerra del Golfo, primero, y su, reconocimiento al recién creado Estado palestino, ahora, le han acreditado lo suficiente como para que su voz vuelva a ser escuchada en el foro que una vez lideró. Al menos ésa parece ser la opinión de los dirigentes de Irak, Jordania y Arabia Saudí, quienes desean celebrar en enero en Riad una cumbre en la que Egipto participe de nuevo. [El presidente de Túnez, Ben Alí, se sumó ayer a esta iniciativa en una entrevista concedida al diario kuwaití Al Rai Al Aam, según informa la agencia Efe].El proceso se inició años atrás cuando los países árabes más moderados, con Jordania a la cabeza, empezaron a abrir oficinas de representación y defensa de sus intereses en El Cairo. El acercamiento respondía a una realidad que ni siquiera el enfado por la firma de los acuerdos de Camp David podía esconder.
Tanto por extensión como por población, el peso específico de Egipto debía tenerse en cuenta. El papel del presidente Mubarak en todo este tiempo fue también muy activo, siempre al lado de sus hermanos.
Nuevos lazos
Las tradicionales disensiones en el mundo árabe impidieron traducir ese acercamiento en una readmisión a la Liga cuando, hace un año, los veintiuno se reunieron en la capital jordana. Se acordó entonces que cada país tuviera libertad para proceder como considerase oportuno. En pocos días, la mayoría de los miembros del club árabe había restablecido lazos diplomáticos con El Cairo. Las oficinas se transformaren casi de forma inmediata en embajadas. Sólo Siria, Libia, Argelia y Líbano se mantuvieron al margen.El reconocimiento sin ambigüedad del Estado palestino ha constituido la última prueba de buena voluntad. La intervención personal de Mubarak se remonta al Consejo Nacional Palestino precedente, cuando supo aceptar con comprensión que Yasir Arafat sacrificara formalmente las relaciones con Egipto en pos de la unidad de su pueblo. Aun así, no regateó esfuerzos en apoyar la causa palestina. El pasado octubre, el rais mediaba en el reencuentro de Arafat con el rey Hussein de Jordania.
Esta actitud no ha pasado inadvertida. Poco después de que Mubarak diera la bienvenida al Estado palestino, Argelia reemprendía relaciones con Egipto. Incluso la díscola Siria, máximo exponente del ala dura de la Liga, ha aplaudido la postura positiva de El Cairo. Este gesto de parte de uno de los regímenes más críticos con el único país árabe en paz con Israel es resultado, en gran medida, de la mediación de Amman. El proceso de unidad consolidado en Argel por los palestinos ha empezado a contagiar al resto de la comunidad árabe.
En contrapartida, Egipto se enfrenta a las acusaciones israelíes de haberse desvinculado de los acuerdos de Camp David. En dichos acuerdos se contemplaba una autonomía limitada para los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania. Con el reconocimiento del Estado palestino se va más allá. Sin embargo, Mubarak no ha renunciado al espíritu de paz que animó a firmarlos a su predecesor, Anuar el Sadat. Se trata de una cuestión de interpretación. El propio Sadat manifestó, poco antes de su asesinato, que no renunciaba a una posible independencia en el futuro al considerar que la autonomía constituía un primer estadio.
Durante los últimos días se han intensificado los contactos entre los dirigentes más directamente implicados en este proceso de acercamiento árabe. Con el pretexto de una acción común ante la negativa de Estados Unidos a otorgar un visado a Arafat, se ha vueIto a insistir en el papel clave de Egipto en el seno de la nación áabe. El presidente iraquí y el monarca jordano no han dudado en acudir a El Cairo para coordinar sus iniciativas diplomáticas. Si tienen éxito Mubarak se sentará por primera vez en esta nueva tabla redonda.
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