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La Constitución húngara desterrará la supremacía del partido comunista

La nueva Constitución húngara no establecerá un papel dirigente para el partido comunista, según declaró ayer en Budapest el ministro de Estado del Gobierno húngaro, Imre Poszgay, encargado de la reforma institucional. La Constitución húngara, que se espera esté concluida en 1990, será así la primera de la historia del socialismo real que no decreta una supremacía que emana del orden político impuesto por la Unión Soviética tras la II Guerra Mundial en los países que quedaron bajo su hegemonía.

El papel dirigente del partido ha sido hasta ahora una premisa irrenunciable del orden político de los regímenes socialistas. Hungría es así el primer país del mundo socialista que renunciará a establecer una hegemonía política del partido comunista, que ha amordazado hasta ahora todo intento de implantar un pluralismo político real.Poszgay manifestó en una conferencia de prensa durante la segunda jornada del Pleno del Parlamento que este concepto de liderazgo político comunista tiene que desaparecer de la Constitución, cuya base deben ser los derechos humanos y civiles. A partir de esta Constitución deberá desarrollarse el pluralismo político de acuerdo con la evolución y la madurez de la sociedad, aseguró.

Las declaraciones de Poszgay en este sentido son las primeras de un alto dirigente comunista del Este de Europa y suponen un reto abierto a las tésis conservadoras de los regímenes vecinos que consideran el papel dirigente del partido, anclado en las respectivas constituciones, como el pilar del sistema socialista.

Por otra parte, el jefe del partido comunista húngaro (POSH), Karoly Grosz, descartó ayer toda posibilidad de un nuevo encuentro con el presidente rumano, Nicolae Ceaucescu, para buscar una solución al incremento de la tensión entre los dos países aliados y vecinos, y pidió implícitamente ayuda europea en el conflicto entre Budapest y Bucarest.

Grosz había aceptado en septiembre un encuentro con Ceaucescu en la localidad rumana de Arad, que concluyó en un rotundo fracaso y fue sólo prolegómeno de un empeoramiento de las relaciones. "Si en una casa común europea hay un apartamento con goteras, los inquilinos deben ponerse de acuerdo para que se arreglen" declaró Grosz, en referencia al flujo continuo de refugiados que llegan a Hungría desde Rumanía. Estos han sido alrededor de 20.000 durante el último año.

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