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Crítica:9 FESTIVAL DE JAZZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De postre, potaje

Seguimos reflexionando sobre los festivales de jazz. Lo bueno que tienen es que, a lo mejor, de jazz, jazz no enseñan nada nuevo, pero a cambio se aprende mucho de otras cosas. En esta edición, por ejemplo, el guitarra Sebasti Tapajós y el pianista Gilson Peranzetta han dado un cursillo acelerado de música brasileña.

Lo de cursillo viene bien por que la pareja exhibe una técnica auténticamente magistral; sobre todo Tapajós, cuyos trémolos deben de hacer que se remuevan en la tumba las cenizas de Tárrega. En el repertorio, Tapajós y Peranzetta también son didácticos, porque, sin desdeñar cosas archiconocidas como Acuarela do Brasil, incluyen piezas de diversas zonas, con lo que demuestran que en la música de su tierra no todo son chicas de Ipanema.

Dúo Tapajós-Peranzetta

Sexteto de Tete Montoliú y Paquito d'Rivera

Lo de acelerado también queda muy propio porque estos músicos corren. Corren que se las pelan. No se entiende por qué esas prisas en una música tan cadenciosa como la de Brasil. A lo mejor es que, como uno de los patrocinadores del festival es Aerolíneas Argentinas, alguien tenía que recordarlo y a éstos era a quienes les pillaba más cerca.

Una cosa buena de los músicos brasileños es que se consideran todos miembros de una especie de comunidad espiritual y continuamente se ofrecen homenajes los unos a los otros. Tapajós y Peranzetta empezaron con dos de estos homenajes, pero como al hablar en las presentaciones también corrían mucho, fue muy difícil enterarse de quiénes eran los destinatarios. Se trataba de Billy Branco y Ricardo Pontes (que conste que no lo sé porque tenga oído o conocimientos especiales, sino porque en el entreacto fui a preguntar).

Para el número fuerte del programa se reunieron un bajista de Nueva York, un batería de origen japonés, un percusionista de Puerto Rico, un trompeta brasileño, un saxo cubano y un pianista catalán. Encima, el primer tema fue A night in Tunisia. Cónclave tan multinacional da para soltar el tópico de la música que surge en el arroyo y se hace universal y todo eso; pero lo que en realidad sucede es que cuando los que se juntan son buenos cualquier cosa vale.

Música latina

A uno, Tete Montoliú le gusta haciendo lo suyo, pero hay que reconocerle solvencia en la música latina. Cuando empezaba tocó en bandas del género y ha grabado un disco muy bueno de boleros; además, es conocida su admiración por Celia Cruz y los reyes de la salsa. Paquito d'Rivera se luce siempre en estos encuentros, donde lo tiene todo muy fácil porque nunca sale de su terreno. Hasta cuando toca Summertime lo hace con la canción convenientemente adaptada, sin que falte la coda gershwi niana; esta vez no tan gershwi niana, porque incluyó también Stormy weather —que es de Harold Arlen— y el pasacalles Los nardos. Paquito tuvo momentos brillantes con el clarinete y al saxo alto lució su repertorio de trucos y citas extemporáneas con la competencia y fogosidad acostumbradas.

Dijo Paquito que lo mejor que le ha pasado en su vida fue encontrar al trompetista Claudio Roditi, pero no es verdad: lo mejor es que siga todavía con él. No obstante, quienes admiramos a Roditi y compramos sus discos estamos deseando que abandone el trabajo de sacristán y se presente de una vez con su propio grupo. De la rítmica, el mejor fue el batería Akira Tana; el bajista David Finch iba cubriendo el expediente, hasta que se le ocurrió coger el arco y entonces la fastidió. En cuanto al percusionista, no hay que tomárselo muy en serio: para tocar el piano hay que ir al conservatorio, mientras que para darle a la percusión como este Sammy Figueroa basta con haber nacido en Puerto Rico y echarle cara a la vida.

Como postre, dúo y sexteto se juntaron para hacer lo que Paquito llamó un potaje. Parecía guisado en la olla saltarina, por que no se acababa nunca.

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