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El paro

El Gobierno está que trina. La unión táctica de Comisiones Obreras y UGT para convocar un paro general exige una respuesta, y hasta ahora hemos recibido la más absoluta condena a cargo de Carlos Solchaga, respaldado por ese aplauso unánime que le han regalado 500 empresanos en las jornadas Costa Brava, organizadas por el Círculo de Economía. Por su parte, el ministro Almunia ha recordado a los huelguistas que sobre ellos caerán todas las sanciones que la ley prevé. Hay que elogiarle al señor Almunia que sólo haya recurrido en un 50% al idioma de los rmnistros de Trabajo o de Gobemación del antiguo régimen: el señor Almunia no se ha referido a la infiltración de los agentes extranjeros promocionadores de huelgas. Algo hemos avanzado.Para el Gobierno, la huelga es un despropósito; para la derecha económica, también. Para una mayoría social amorfa, la huelga será un incordio, y además la cree inútil. Tenemos un mes por delante para que los aparatos ideológicos de todo tipo luchen contra ese paro general con todos los instrumentos y efectivos que en su día se utilizaron para que el país se acostara neutral y amaneciera atlantista. Se va a orquestar la campaña de pintar al Gobierno como responsable y a los sindicatos como irresponsables, y el más irresponsable de todos UGT, por hacer el juego a los "objetivos políticos" de Comisiones Obreras.

Apenas si va a quedar espacio en el mercado de la opinión y la información para que se razone esta propuesta de paro como una respuesta crítica y razonada a una política económica que no convence, al menos, a dos colectivos pensantes y legítimos como son UGT y Comisiones. Lo grave de este paro respaldado por UGT es que demuestra la profundidad del divorcio entre un Gobierno socialista y un sindicato igualmente socialista.

Contra el paro general, el Gobierno va a movilizar el recelo, la cobardía, el sanchopancismo social, y si fracasan estos agentes culturales se recurrirá a los otros. El orden no es de derechas ni de izquierdas. El orden es el orden.

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