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Tribuna
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Los otros

El nuevo artículo de más anhelado consumo ha dejado de ser la Gold Wing de Honda, el balandro o la decoración interior. Lo de mayor cotización entre la sociedad adinerada ha empezado a centrarse en el contacto humano. De hecho, donde el empleo nuevo se crea es en servicios asociados con la reunión social. Negocios en torno a la felicidad de estar con los otros.La idea de que los demás son disparatados, malintencionados y dan un poco de asco sigue vigente, pero las enfermedades de la incomunicación no son mejores. La opción de buscar amistades, fundirse en la muchedumbre, regresar al ruido del grupo, gastarse dinero para que la casa se llene de gente y nos sigan llamando para cenar constituye una ocupación en alza. Tras unos años de calma, nada hace sentir mayor admiración al vecino que el alboroto de un piso cargado de gente. La exhibición de un buen surtido de amigos y amigas es la ostentación perfecta. Cualquier individuo o pareja, por ricos o eximios que sean, no redondea su privilegio sin la demostración de un cumplido inventario de su patrimonio humano.

La prescripción que cualquier médico cualificado hace hoy a su paciente con depresión es que vea a gente o que vea a más gente. Los demás son una incalculable fuente de energía, opinan los especialistas. En primer lugar, el coraje de algunos desconocidos ha sido el motor de cambios históricos con positivas consecuencias sobre la condición individual. Pero ¿qué decir del poder de la tristeza y del decaimiento de un prójimo? No se encontrará un remedio más eficaz para el mal de ánimo que el disfrute de alguien todavía más desdichado.

En el fondo, la sin duda provechosa riqueza del contacto entre los hombres se basa en el intercambio de las miserias. Es un negocio seguro. Los más ricos, despiertos y capaces han descubierto ya, como consecuencia de su mayor experiencia con el placer, que el supremo deleite personal se encuentra en la droga que segregan las ocultas ruinas de los invitados. Y he aquí la razón para hacer fiestas.

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