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Las monarquías de hoy

La visita de la reina Isabel II de Inglaterra a España ha puesto sobre el tapete de la actualidad la supervivencia de esta antigua forma política, basada esencialmente en la continuidad hereditaria y en la personificación del Estado en el rey o la reina. La monarquía británica tiene mil años de existencia, y la interrupción republicana solamente duró 11 años. La actual dinastía reconoce como línea sucesoria obligada a los descendientes protestantes de la princesa Sofía de Hannover, que a su vez era nieta de Jacobo I. Esa línea no puede ser alterada sino con el con sentimiento unánime de las 16 naciones de la Commonwealth, de las que Isabel II es también soberana.La monarquía británica ha ido cediendo facultades y prerrogativas a través de los siglos y de las vicisitudes políticas. Pero gran número de funciones -y no ciertamente sólo las honoríficas- siguen encomendadas a su alto papel. La tarea cotidiana de la es incesante y alcanza a todos les aspectos de la vida nacional. Es, como se repite conn frecuencia, el sínbolo visible de la unidad de la nación del coniunto llamado Commonwealth o mancomunidad. Pero lo esencial de su mando es actuar en todo momento con una exquisita imparcialidad ante todos los debates partidistas o ideológicos.

Los reyes que subsisten en la Europa occidental, después de los vendavales de la primera y segunda guerras mundiales, son todos ellos jefes de Estado de sistemas democráticos y parlarnentarios basados en el pluralismo y en el, sufragio secreto y libre. Las monarquías han aceptado e instaurado ese tronco común del derecho público como una necesaria estructura del poder político moderno. Pero esta antigua institución, que arranca en el Viejo Continente de los tiempos medievales, lleva consigo una Indudable carga de carisma mágico y de popularidad espontánea que contribuye a consolidar la fuerza del sistema y que obliga a su vez, en las monarquias de la Europa contemporánea a una ejemplaridad constante en el servicio al país y en una disponibilidad permanente.

Se puede argumentar diciendo que esas cualidades añadidas al edificio monárquico son residuos de viejas tradiciones hoy olvidadas por la mayoría, de las gentes. Pero cada época tiene sus coordenadas propias y no son iguales los mecanisprios de la opinión pública en 1914, en 1940 o en 1988, en la Europa desarrollada. Anteayer, la Prensa; ayer, la radio; hoy, la televisión, han condicionado el escenario de la política con la diversa influencia de los medios comunicativos. La gran novedad tecnológica de nuestros días es la universalidad instantánea de la imagen, de alcance mundial, lo que ha llevado a la planetización global, como la llamó Teilhard de Chardin. La Iglesia católica ha sido la primera en utilizar a fondo ese nuevo aspecto de la difusión televisiva. Nunca, hasta la llegada de Juan Pablo II al solio pontificio, han sido verdaderamente universales y ecunémicos la palabra y el mensaje de Cristo como en nuestros días. Tampoco se había logrado hasta ahora por las insutuciones políticas llegar, tan profunda y exhaustivamente, a fibras más remotas y olvidadas del tejido humano nacional.

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Las monarquías actuales de la Europa Occidental se han beneficiado en grado eminente de esa ventaja telegénica que contribuye, estéticamente, al prestigio de la institución y a la presencia visual de una imagen que contiene una virtualidad de respeto y admiracion muy superiores al simple cauce de la letra escrita o de la radiofonía.

La monarquía británica es, seguramente, la que mejor ha comprendido el poderío de la imagen y el alcance inmenso de su proyección a los más remotos sectores de la ciudadanía. El uso tradicional de los uniformes, las banderas, las músicas militares, los atuendos y el aire medieval de algunos ceremoniales irradian con fuerza la sensibilidad popular. Un locutor televisivo británico señalaba esa doble componente de modernidad y de tradición. "Al británico le gusta", decía, "la puesta al día de la realeza y a la vez cierta distancia para que la fantasía quede viva". La monarquía de la televisión es la institución al aire libre. Es la corona en tiempo real. Un sistema antiguo puesto al día por el milagro científico de la electrónica.

Con ello, las monarquías de hoy han adquirido un aliado formidable en las opiniones públicas respectivas. Los soberanos democráticos conectan, casi cotidianamente, con la gran masa de los telespectadores; y su función representativa, simbólica, unificadora y arbitral se transmite en forma directa a todos los sectores de la población. Pero esta transparencia visual exige a vez, cuidar al extremo gestos, palabras, expresiones que en la pantalla, implacable, transmite y magnifica. La monarquía televisiva se convierte así en un gigantesco escenario nacional que exige rigor permanente en el desempeño de su rigor supremo.

La corona es hoy, probablemente, el mayor atractivo de la vida pública británica y el aglutinante por excelencia de los dispares y complejos elementos que forman el mosaico del Reino Unido y de la mancomunidad anglohablante. La visita a España de la reina Isabel refleja el buen clima de entendimiento y cooperación que une a nuestras dos naciones y que permite esperar diálogos de carácter constructivo con perspectivas de futuro.

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