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21º FESTIVAL DE CINE FANTÁSTICO DE SITGES

El veredicto del jurado reivindica el género fantástico

El palmarés del Festival de Sitges, al consagrar películas que se adaptan a la etiqueta fantástica, significa la crisis de la nueva línea emprendida por el certamen este año. La neozelandesa The Navigator, de Vincent Ward, escogida como mejor película, y Monkey Shines, un sorprendente ejercicio de estilo de George Romero, galardonado como mejor director, son dos cintas fantásticas. Romero también recibió, junto a Hugh Leonard, autor de Da, el premio al mejor guión. Los mejores intérpretes fueron Grigory Gladiy, por la película rusa Otstupnik -también galardonada por su fotografía-, y Kate McNeil, secundaria de Monkey Shines. El premio a la mejor música fue para el compositor portugués Joao Paes.

Esta lista de premios, que incluye en el capítulo de efectos especiales a Elm Street 4 y concede una mención especial a la noruega Pathfider, desautoriza a la dirección del festival, que, esgrimiendo la etiqueta del psycho-thriller y argumentando la ambigüedad de la noción de fantástico -las definiciones de Lenne o Todorov no sirven en Sitges-, pretendía dar como normal y aceptable la inclusión en la sección oficial a concurso de cintas como Cohen and Tate o Da, la primera de las cuales convierte a Fernandel y Darry Cowl en héroes a reivindicar por el género, mientras la segunda hace del Carlos Saura de La prima Angélica o del Alf Sjoberg de Señorita Julia auténticos clásicos del fantástico. Si no se respetan las convenciones, entonces ya no hay excusa que justifique la baja calidad de algunos títulos y resulta conflictivo que un Departamento de Cultura tenga que seguir financiando el inventario de los cadáveres que Freddy causa en Elm Street.La desorientación de Sitges responde a dos razones: primera, el actual equipo directivo, que supo superar una herencia de subproductos, aparece ahora en exceso dependiente de las empresas -este año el programa incluía cuatro títulos de lvex, grupo con el que algunos miembros de la dirección sitgetana mantienen vínculos económicos o profesionales- y su oferta cultural está en manos de la fortuna y, segunda, ahora el festival tiene un importante competidor en el festival de Barcelona, que ya no es una manifestación languideciente, sino un certamen con una idea clara -potenciar el cine europeo-, que puede defender los intereses del cine catalán y español, dispone de un buen presupuesto y mejores y patrocinadores -CEE, ICAA, Ayuntamiento de Barcelona, Generalitat, Feria de Barcelona, Caixa de Barcelona, Tabacalera y diversas empresas- y es un escaparate envidiable para cualquier inversión cultural. El conseller Guitart y su director general, Xavier Bru de Sala, han declarado públicamente estar a favor de una política de prioridades y concentración de esfuerzos, y eso cuestiona, sino la continuidad, sí la orientación de Sitges, al cual la Generalitat aporta el 70% del presupuesto.

Poco rigor

Así, retrospectivas como la de este año, poco rigurosas y nada exhaustivas, no tienen sentido. Si San Sebastián colabora con la Filmoteca española, tanto para organizar un ciclo como para editar buenas publicaciones, Sitges, que el año 1987 trajo a Jack Arnold, no genera nada semejante, que sea adecuado a su más modesto presupuesto, oficialmente de 30 millones, pero mayor en realidad dado que parte de la dirección del certamen se paga a través de los sueldos funcionariales de la Generalitat

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