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El precio de la belleza

El cirujano mexicano Fernando Ortiz cree en la cirugía de la expresión

"Cuando culminé los cinco años de posgrado de cirugía general descubrí la cirugía plástica y, desde el primer momento, me fascinó. Porque excita la imaginación y la creatividad no tiene límites". Desde entonces, han transcurrido 33 años, tiempo en el que Fernando Ortiz Monasterio calcula haber visto unos 30.000 pacientes. Esta experiencia profesional le ha convertido en una celebridad mundial de la cirugía que embellece, y a su consulta acuden pacientes de África del Sur, EE UU y Europa.

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"Aunque objetivamente, nadie es más joven hoy que el día anterior, lo cierto es que vivimos en un mundo hedonista en el que la presencia física cuenta. La gente quiere parecer bien.En mi clientela de imagen reconstructiva digamos que hombres y mujeres están por igual representados; en cuestiones de estética, ellas significan el 80% aunque los hombres cada vez acuden más para mejorar su aspecto", afirma el cirujano plástico mexicano venido a Santander a dirigir un curso ante más de un centenar de médicos de todo el país. Las sesiones prácticas -intervino a diez pacientes- se han seguido con visible interés por los asistentes, retransmitidas a través de un circuito cerrado de televisión.

Ortiz Monasterio trabaja entre 12 y 14 horas diarias en dos hospitales de México D.F., sin pausa para almorzar; comienza a las 7.00 horas en un establecimiento de enseñanza del que sale hacia las 13.00 horas para iniciar su trabajo privado en otro centro. "Y no me canso porque tengo la impresión de que quienes trabajamos con las manos gozamos mucho más en el desempeño de nuestras funciones, seamos médicos, ebanistas o fontaneros".

Dirige un programa de posgrado de cirugía plástica al que acuden numerosos jóvenes creadores de la imagen que excitan todavía la mente de este sexagenario conocido en los medios científicos ."La crítica es allí algo que cultivamos de forma sistemática".

No cree que la creciente aceptación de la cirugía plástica sea consecuencia del desarrollo económico. "Ya en 1591 un profesor universitario y gran anatomista, Gaspari Tagliacorzi, dejó escrito un tratado sobre cómo hacer narices. Si acaso la cirugía plástica puede que sea un síntoma de cultura, pero de ésta, la de nuestro entorno, que pone especial énfasis en la presencia fisica".

Para Ortiz Monasterio, que ha restaurado miles de rostros, una cara perfecta ha de poseer un esqueleto totalmente balanceado desde el punto de vista de las proporciones, esto es, una relación directa entre los tercios superior, medio e inferior con una adecuada estructura ósea. La nariz, por tratarse de un elemento crítico, ha de ser especialmente proporcionada.

Relación correcta

"No demasiado pequeña para mi gusto personal, con un ángulo entre ella y el labio de 90 o 95 grados y una relación correcta entre labios y dientes que permita enseñar como un milímetro el borde de la encía; si muestra más la cara será larga y si enseña menos, demasiado corta". Por contra, la boca, por su especial estructura, es lo más difícil de mejorar.Considera que los conceptos básicos de la ciencia quirúrgica son los mismos entre los cirujanos generales y los de su especialidad pero "nosotros acaso practiquemos una técnica más refinada".A sus 65 años, Ortiz Monasterio experimenta ahora la excitación juvenil de quien se dispone a emprender un nuevo camino. Dice: "Hemos pasado los últimos 30 años pendientes de la piel y los tejidos y ahora vamos a combinar aquellos trabajos con la muy sofisticada cirugía del esqueleto. Creo que la que se va a practicar en las próximas décadas será la cirugía de la expresión".

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