El gran escohazo
"Finalmente Mijail Gorbachov tuvo su junio del 57. Y no fue demasiado pronto", dice exultante el intelectual soviético al explicarme así el sentido del mayor terremoto que haya conocido el Kremlin desde que Jruschov destituyera en 1957 a sus rivales Molotov, Malenkov, Kaganóvich y Chepíloy. También esta vez el secretario general convoca con extrema urgencia al Comité Central para anunciarle la jubilación de cuatro miembros del Politburó, principalmente la del veterano del partido Andrei Gromíko. Pero, al contrario que Jruschov, no le pega a los que se van la infamante etiqueta de grupo antipartido. Desea a Gromiko y a los otros jubilados "una buena salud". Ninguno de ellos ha sido su rival ni, probablemente, su adversario declarado. De hecho, el escobazo que Gorbachov acaba de dar en el Kremlin no es exactamente de la misma naturaleza que aquel que se vio hace 30 años. Por lo pronto, constituye una advertencia de Gorbachov al aparato del partido, que no se tomaba suficientemente en serio sus resoluciones democráticas. Y cuando se sabe lo que sucede en la URS S desde la conferencia nacional del PCUS de junio pasado se comprende mejor por qué estaba urgido. En junio, a petición de Gorbachov, se había decidido que por cada puesto elegible hubiera varios candidatos. Se recomendaba promover y apoyar una nueva generación de cuadros políticamente motivados y capaces de desempeñar un papel de vanguardia para la perestroika. Gracias a este procedimiento democrático se esperaba eliminar, como quien no quiere la cosa, a los dirigentes que habían practicado lo que se llama Ia política del estancamiento" y que ya no tienen ninguna autoridad en la base. Pero esas buenas intenciones no bastaban frente a la cohesión del aparato, que no tiene necesidad de sentirse popular para ganar todas las elecciones. Frente a una base dispersa, sabe cómo hacer elegir a sus candidatos, le guste o no a Gorbachov.Sin embargo, se trata de un envite decisivo para el porvenir de las reformas. El corresponsal en Moscú de L'Unitá, Guillietto Chiesa, da testimonio, a principios de septiembre, luego de una gira por provincias, de que la pluralidad de las candidaturas es más la excepción que la regla. Le han dicho francamente, aquí y allá, que "entre nosotros hay un buen candidato, nuestro dirigente de siempre, y no necesitamos ningún otro". Por otra parte, Gorbachov fue a Krasnoiarsk, en Siberia, y pudo, a su vez, constatar que sólo en el 62% de las organizaciones había más de un candidato y que entre los elegidos no había más que un 40% de gente nueva. Esto es mejor que nada, pero las cuentas, a pesar de todo, no cuadran. De seguir a ese ritmo, el partido, al finalizar la gran campaña de renovación, sería casi una copia conforme con el modelo anterior, con todos los viejos condecorados del breznevismo confortablemente aferrados a sus butacas.
La arrogancia impune de los apparatchiki se manifiesta de una manera peor aún fuera del partido. La conferencia de junio había previsto alentar a las "organizaciones informales", favorables a la perestroika, la más importante de las cuales es el Frente del Pueblo. Se sabe que éste se expandió mucho en las repúblicas bálticas, sobre todo en Estonia, donde la dirección del partido comunista lo apoya sin reservas. Pero muy poco se sabe de su existencia en Rusia, suponiendo que allí exista realmente. Es cierto que, gracias a algunos periódicos adictos a la glasnost, se supo últimamente que el pueblo también se moviliza en Rusia, pero que los dirigentes regionales y locales se esmeran en ahogar su voz. Así fue como Ogoniok publicó, con una fotografia corno apoyo, que en Jaroslav, una gran ciudad sobre el Volga, los promotores del Frente del Pueblo llenaron el estadio municipal para discutir sin tabúes y que el periódico del partido, El Obrero del Norte, se negó a publicar la reseña del mitin y su resolución. A la pregunta de Ogoniok sobre las razones de esa discreción, el responsable del diario respondió: "Este diario no es de mi propiedad, es el órgano del Comité Regional del PCUS. Si el secretario de ese comité me dice que hable del Frente del Pueblo, lo haré, y si no, no lo haré". Pero el secretario regional, a pesar de la directiva de la conferencia nacional de junio, se sentía lo suficientemente fuerte como para decretar el silencio.
Y eso no es todo. Cada año, en otoño, los soviéticos renuevan su suscripción a diarios y revistas; la popularidad de la Prensa se ha vuelto tal que la gente acepta hacer colas durante horas para asegurarse su periódico preferido. Pero este año muchos tuvieron que regresar con las manos vacías. En razón de la falta de papel, se les dijo, el derecho de suscripción fue severamente limitado. Y al parecer la limitación más severa fue impuesta, como por azar, a los periódicos que molestan, a Ogoniok en primer lugar. Es así como uno de los hombres más prestigiosos del país, el académico Dmitri Likachov, presidente del Fondo de Cultura Soviética, no obtuvo su suscripción. Las protestas de los lectores frustrados terminaron por hacer saltar el escándalo sobre Egov Ligachov, el número dos del partido. Se sabe que tuvo la imprudencia, durante la conferencia de junio, de mostrar su hostilidad hacia los órganos más avanzados de la glasnost. De golpe, todos han creído comprender que era él quien saboteaba la difusión de esos periódicos.
¿Pero -se preguntaban-, qué pensará Gorbachov y por qué dejará actuar a Ligachov y sus protegidos? "Los hombres no son robots a los que se pueda programar para tina política tal o cual", respondió el secretario general, insistiendo sobre la fuerza acumulada en la sociedad. Desde su llegada al poder procedió a un amplio cambio de los cuadros y piensa que la mayoría de quienes aplican erróneamente la política de la perestroika no son necesariamente sus enemigos. Y esto es válido en particular para Egov Ligachov, que jura mañana y tarde su fidelidad al secretario general y no pretende tener otra solución a proponer en lugar de él. Pero su sensibilidad es diferente y, al no ser capaz de captar fielmente la melodía del gorbachovismo, no puede evitar las falsas notas.
Precisamente por esta razón Gorbachov dio su consigna de "todo el poder para los soviets". Evidentemente no fue para delegar aún más poder en la burocracia local, sino para someterla verdaderamente al control de las bases. El esquema que hizo adoptar en la conferencia de junio prevé que un secretario local del partido pueda también llegar a líder del Soviet. No de manera automática, sino con la condición de pasar un triple filtro electoral: haciéndose elegir primero para un puesto en el partido; luego al de diputado del Soviet y, finalmente, al de presidente.
La convocatoria del Congreso del Pueblo para la próxima primavera se ha convertido en la clave del conjunto de la empresa reformadora de Gorbachov, la condición sine qua non del éxito de su reforma económica y de todas las demás reformas sectoriales. Al tomar el primer sábado & octubre el lugar de Gromiko en la presidencia del Soviet Supremo, quiso ante todo reafirmar la importancia
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