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El Papa dice que la fe cristiana "no se resignará frente a la decadencia de las costumbres"

Juan Arias

El discurso que Juan Pablo II pronuncia esta mañana en Estrasburgo ante el Parlamento Europeo se espera con mucha expectación, por cuanto podría tratarse de su pensamiento de política internacional al cumplirse los 10 años de su pontificado. El Papa, que ayer fue acogido con un calor desbordante por los católicos de Lorena, dijo que la fe cristiana "no se resignará frente a la decadencia de las costumbres".

En la catedral de Metz era tanta la gente que se había quedado fuera y que deseaba participar en el rito celebrado por el Papa, que fue colocada fuera una pantalla gigante de cine para retransmitir lo que pasaba dentro del templo.En Nancy, en la plaza de Carnot, se apiñaron 40.000 personas en torno al Papa. Juan Pablo II comentó la página del Evangelio que narra el miedo del apóstol Pedro cuando Cristo, cansado, se había dormido en la barca durante una tormenta.

El Papa recordó "las fuerzas del mal, del pecado, de la corrupción y de la muerte que se desencadenan hoy", dijo, "contra la Iglesia".

Juan Pablo II hizo una lista de las amenazas que acechan hoy a nuestra sociedad, como la secularización, el alejamiento de la práctica religiosa, la flexión del sentido moral, la falta de trabajo para los jóvenes y el drama de los emigrados. Llegó a hablar de un "lado oscuro" de nuestra historia moderna, "consecuencia misteriosa", dijo, "del mal llegado tras la ruptura con Dios".El Papa afirmó que el mal que acucia a la sociedad hay que buscarlo, sobre todo, "en los corazones de los que no tienen fe". Y gritó que, sin embargo, la fe cristiana "no se resignará frente a la decadencia de las costumbres".En la catedral de Metz, glosando la parábola del buen pastor que da la vida por sus ovejas, el Papa afirmó que en la Iglesia de hoy "muchos de estos pastores se han revelado infieles a su misión". Y recordando que se hallaba al centro de una civilización "particularmente solidaria con los países de Europa", afirmó que ha llegado el momento de preparar para la sociedad de hoy "un futuro más humano y una humanidad más divina", y les dijo a los católicos de Lorena que "frente al gran desafío de la descristianización en curso", nadie tiene el derecho "de cruzarse de brazos".

En toda esta cuarta peregrinación francesa de Juan Pablo II, un viaje con los ojos puestos siempre en Europa, se advierte latente en cada instante su preocupación por una Europa que se está alejando de Dios. Por eso, según el Papa, pierde su antigua identidad. Y está manifestando con una fuerza particular su convicción profunda de que sólo volviendo a su "antigua vocación cristiana" este continente será capaz de salir ileso de la tormenta que lo agita.

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