El veneno de cada día
La ría cántabra de Suances, ahogada por las aguas fecales y la contaminación
"Cuando éramos pequeños jugábamos con la espuma, que a veces nos doblaba en altura. Salíamos del agua convertidos en muñecos de nieve. Olía muy mal, pero nos gustaba. Luego aparecían ronchas por todo el cuerpo y picaba mucho", recuerda María. Tiene unos 30 años, y ha veraneado toda su vida en la villa de Suances, en Cantabria. Aquellas imágenes infantiles se han repetido este verano en la playa de la Ribera, donde muere el río Besaya, sepultado por la espuma y convertido en cieno negro y pestilente.
Lo que llama la atención del forastero es esa pasmosa confraternización con el veneno. Los niños se bañan en la playa maloliente, los turistas pasean arriba y abajo por la arena y contemplan el paisaje. Asombra la naturalidad con que los vecinos hablan de la contaminación, de la espuma, de ese tufo que marea. Aunque quizá no haya tanta resignación. La villa costera de Suances, situada a 31 kilómetros de Santander, tiene ya un cierto aire de pueblo fantasma y se vacía prematuramente en septiembre, pero se está rebelando. Y la cabeza visible de la indignación es el alcalde.Pedro Ruiz Moya es un joven ingeniero que ganó las elecciones municipales hace cinco años, en la lista del PSOE. Ha cursado una petición oficial a la Administración para que se realicen análisis y está acumulando información técnica para presentar una denuncia por delito ecológico contra las empresas contaminantes.
La villa, que en invierno apenas llega a los 6.000 habitantes, multiplica su población durante los meses de verano. Las plazas de hoteles y pensiones son unas 800, pero los visitantes (casi todos madrileños, castellano-leoneses y vecinos de la próxima Torrelavega) pasan de los 30.000.
La ría de San Martín puede respirar tan sólo durante un mes al año. En agosto, la factoría SNIACE, ubicada en Torrelavega (a unos ocho kilómetros tierra adentro) deja de verter al Besaya las lejías bisulfiticas que origina la fabricación de la celulosa. Pero los niños vuelven a jugar con la espuma fétida (casi un metro de espuma fétida) en la playa de La Ribera cuando SNIACE vuelve a funcionar; como un negro augurio para el invierno, miles de peces muertos aparecen flotando sobre las aguas cenagosas del río. El consejero delegado de SNIACE asegura que los peces no mueren por culpa de las lejías, pero no nombra a los responsables y mantiene que los depósitos de SNIACE se verterán con los primeros temporales del invierno.
Hoteles y pesca
José Luis Cruz fue muchos años emigrante en Australia. Ahora vive en Suances, donde nació; es dueño de un hostal y ex presidente de la asociación de hostelería. Cuenta y no acaba, quejándose, cómo los clientes cancelan sus plazas en cuanto llegan al pueblo y ven el panorama."Hace 30 años había aquí más de 300 pescadores. Ahora apenas quedamos 60, y pronto no quedará ninguno", se lamenta Julio Andrés Gutiérrez, presidente de la Cofradía de Pescadores. Tiene 55 años y lleva 42 en el oficio. "Antes", recuerda, "el que no salía a la mar, ganaba diariamente para comer; unos con un bote pescando unas lubinas, otros pescando almejas, otros mejillones o panchos. Yo he llegado a coger, hace 30 años, hasta 6.000 kilos de bocartes, porque en la ría se podía pescar perfectamente".
"Por la mañana, cuando está bajando la marea y removemos el agua al encender el motor para ir a pescar, el olor es terrible, no se puede soportar; vamos todos devolviendo por el costado del barco", dice el presidente de la cofradía, que se lamenta de que mucha gente no compra pescado en Suances "porque dicen que está contaminado por el agua". "Pero nosotros vamos fuera a pescar", añade.
A Moya, el alcalde de Suances, le ha preocupado siempre el envenenamiento del Besaya. En abril de 1984, poco tiempo después de hacerse cargo del municipio, organizó unas jornadas sobre la contaminación de las que salió un plan integral de saneamiento del río.
Colaboraron 17 ayuntamientos de todo el valle; entre los participantes estaba José Luis Gil, actual director regional de Medio Ambiente de Cantabria, quien reconoce que el Besaya es el río más contaminado de la región "y uno de los más deteriorados de España".
Según datos aportados por el alcalde Moya, 100.000 personas de los pueblos ribereños de este río, cuya cuenca tiene una longitud aproximada de 60 kilómetros, vierten en él sus aguas residuales. No existe ningún sistema de depuración. El Ayuntamiento de Torrelavega, por ejemplo, que el pasado 15 de septiembre convocó a sus vecinos a una manifestación en la playa de Suances, vierte al Besaya las vergüenzas de sus 60.000 vecinos, convertidas en aguas residuales.
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