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LA LIDIA / FERIA DE OTOÑO

La afición se hizo de miel con el toreo bueno

Con qué gusto toreaba Enrique Ponce al sexto novillo y con qué entusiasmo seguía la faena el público de Madrid. Para que luego digan del público de Madrid. Esta afición, tan dura cuando vislumbra triquiñuelas, si aparece en la arena un toro tal cual debe ser y un torero embraguetándose (con perdón), la pata l'ante, corriendo la mano, se hace de miel.Ayer se hacía de miel cada vez que Enrique Ponce ponía la muletita por delante, se traía al novillote toreado, cargaba la suerte, embarcaba suave en torno al eje de su propia personilla, vaciaba limpio, ligaba los pases. Tanto se entregaba Ponce que hasta abría demasiado el compás, pero por ahí no le iba a poner el microscopio la exigente afición, contenta de contemplar toreo bueno.

Lupi / Punta, Valderrama, Ponce

Cuatro novillos de José Samuel Lupi, muy noble 1º, resto mansos y deslucidos; 5º de Oliveiras Irmaos, con trapío y genio; 6º, sobrero de La Fresneda, manejable, en sustitución de otro, cojo, de Bernardino Giménez. Antonio Punta: pinchazo, estocada corta trasera muy baja, nuevo pinchazo y seis descabellos (pitos); pinchazo, estocada caída -aviso- y descabello (algunos pitos). Domingo Valderrama: pinchazo hondo bajo (protestas y algunas palmas cuando saluda por su cuenta); bajonazo (silencio). Enrique Ponce: pinchazo, otro hondo muy bajo -aviso con mucho retraso- y descabello (ovación y salida al tercio); bajonazo descarado (petición y vuelta). Plaza de Las Ventas, 1 de octubre. Segunda corrida de la feria de otoño.

Ensayó Ponce naturales y el novillo de poco se le come la oreja. Rebrincado y furioso el novillo por ese pitón izquierdo, volvió Ponce a tomarlo por el derecho y aún le salió más hondo, más depurado, más armón¡co el toreo. Qué gusto, sí, cuando aparece un coletudo con la tauromaquia bien aprendida, imbuído de su espíritu, que no es cualquier cosa, y rompe el aburrimiento de esta mediocre época torera que vivimos.

Habría redondeado el triunfo si llega a matar bien, pero mató mal, de bajonazo infamante. Está claro que los toreros de la época -Enrique Ponce incluído- le han perdido el respeto a la suerte suprema, de paso se la han perdido al público y pretenden que matar al toro es acuchillarlo.

Confía la afición que en el futuro dejará de ser acuchillador bajonero Ponce, cuya faena al sexto novillo no sorprendió, pues al tardo y plúmbeo tercero ya le había sacado estupendos pases midiéndole la distancia, tirando con mando de la remisa embestida. Es decir, que Enrique Ponce apuntó esas importantes condiciones artísticas de las que llevaban un año entero hablando los taurinos. Allá donde fueras (a tomar un café, por ejemplo) siempre te encontrabas un taurino a porta gayola, que te decía: "¿Ha visto usted a Ponce? ¿No? Pues ese va a acabar con el cuadro".

No deberían ufanarse demasiado los taurinos de sus profecías, pues igualito que de Ponce, llevan un año diciendo de Antonio Punta y de Domingo Valderramal. A porta gayola, claro. En esta lotería del toreo juegan todos los números y es natural que acierten alguna vez. Con Punta no han acertado de momento, y con Valderrama ya se verá. Punta tuvo ayer un primer novillo pastueñito que acudía fijo al primer cite, y le pegó innumerables pases sin temple, con la suerte descargada y el pico dichoso. A otro aborregadito le hizo lo mismo. La afición le recriminó con dureza estos desperdicios. También recriminó con dureza el toreo limitado de Valderrama, aunque este tuvo peores toros, uno reservón, al que llegó a instrumentar algunos muletazos de buen corte, otro grande y violento, con el que no pudo.

Valderrama es chiquitín, más bajo que la barrera, y Ponce, que debe de medir medio palmo más, es delgadito, del tipo de los tirillas, con una vocecita que apenas le sale del cuello. Parecía que el empresario los había sacado de las rebajas. Pero a la de torear, se ponían farrucos, el cuerpecillo aniñado se les agigantaba, miraban al toro desafiantes y al público con severidad manifiesta. Menudos son.

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