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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gorbachov se afianza

DESDE HACE muchos años no se había producido una remodelación tan extensa de la cumbre de la URSS como la que acaba de llevar a cabo el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en su reunión de ayer. Se retiran cuatro miembros del Buró Político (Politburó) y un miembro del secretariado. Entre los jubilados, el veterano Gromiko, jefe del Estado. Entran en el Politburó caras nuevas y, por primera vez desde los años cincuenta, una mujer. Ligachov, número dos del partido, cambia de trabajo y va a presidir una comisión especial sobre agricultura, un terreno dificil, en el que muchos han fracasado. Al jefe del Comité Estatal de Seguridad (KGB) se le encarga presidir una comisión del Comité Central sobre cuestiones jurídicas. Globalmente -hay otras razones en casos individuales-, los cambios representan la eliminación o el desplazamiento a puestos menores de personas reticentes ante la perestroika: los que, sin oponerse abiertamente a ella, insistían en la necesidad de ser cautos, de no ir demasiado lejos, de respetar "el pasado".La brusquedad de la convocatoria del Comité Central -dos ministros, Shevardnadze y el general Yazov, tuvieron que volver bruscamente del extranjero- había dado lugar a muchas especulaciones. Ahora, a la espera de las medidas que tome hoy el Soviet Supremo en la estructura estatal, las cosas están bastante claras. Gorbachov encontró dificultades en el Politburó para poner en marcha de modo efectivo las medidas decididas en la conferencia del PCUS de julio pasado para reorganizar el partido y el Estado. Y decidió recurrir, sin perder tiempo, al Comité Central para que éste pudiese modificar la composición del propio Politburó.

En la conferencia del partido, Gorbachov logró que se aprobase su plan para modificar la estructura política del país. Plan que exige hondas reformas constitucionales y unas elecciones, con una ley electoral nueva. Ese proceso debe desembocar, en la próxima pnmavera, en la elección por la nueva Cámara de un presidente de la URSS con poderes reales, cargo que en principio ocupará Gorbachov. Así podrá tener un poder y una legitimidad independientes de los órganos del partido. Por eso mismo, en el aparato del partido, los enemigos de ese plan son fuertes y numerosos. Están en la cumbre misma. Después de los últimos cambios habrá en los órganos máximos del PCUS un apoyo más claro a la política de reformas.

La gravedad de los problemas que tiene la URSS no le da a Gorbachov mucho margen para cambiar de verdad las cosas. En su discurso ante los directores de periódicos el viernes pasado había un tono de inquietud. "Estamos perdiendo tiempo", dijo, "y así perdemos la partida". Su reciente viaje a Siberia le ha hecho sentir más de cerca el descontento de la población por las graves carencias que persisten en el abastecimiento. Mientras tanto, languidecen las decisiones de reestructurar la economía. El aparato del partido sigue metido en todo. Esa revolución que Gorbachov propugna -apartar al partido de la gestión y dar poder efectivo a las personas competentes- se queda en los papeles.

Por otra parte, los conflictos derivados del problema nacional -con las formas agudas que han tomado en Armenia- constituyen, para Gorbachov, una gravísima dificultad. Pero la sesión especial del Comité Central para tratar ese tema, anunciada ya varias veces, se aplaza por la persistencia de discrepancias en la propia dirección, lo que da lugar a dudas a la hora de proponer soluciones, como en el caso de NagornoKarabaj. Invocando la primacía de la ley en Armenia -como hace Gorbachov- se puede ganar tiempo. Pero los problemas no se resuelven. Se enconan.

Ahora, Gorbachov va a tener las manos más libres. Y, a la vez, mayores responsabilidades. Una vez que Gromiko ha sido jubilado, parece lógico que el Soviet Supremo elija a Gorbachov presidente del Presidium, cargo que equivale al de jefe del Estado. Aunque su idea era acceder a esa jefatura después de las nuevas elecciones, a comienzos de 1989, no tendría mucho sentido colocar a otra persona para esta etapa transitoria de pocos meses. Su elección ahora ayudaría a demostrar, tanto hacia dentro como hacia el exterior, que, a pesar de todo, la perestroika se consolida.

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