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Thatcher reafirma, en una gira sorpresa, el compromiso británico en el Uster

La primera ministra británica, Margaret Thatcher, realizó ayer una inesperada visita a Irlanda del Norte con la que intentó subir la moral de quienes temen que un día Londres llegue a hartarse de la situación de violencia existente en la provincia y opte por la retirada. Las medidas de seguridad eran extremas, y muestra de las precauciones adoptadas es que el viaje fue un secreto hasta el mismo momento que Thatcher llegó al Ulster.La primera ministra dijo haber oído cómo algunas personas temían que si el Ejército Repúblicano Irlandés (IRA) no ceja en sus actividades, el Gobierno británico acabe por doblegarse al terrorismo. "No conocen el temple de Irlanda del Norte y del Reino Unido" quienes así piensan o esperan, dijo Thatcher. "Cuanto más difíciles son las cosas, mayores son nuestra determinación y nuestro ánimo para derrotar a ese cáncer del terrorismo", agregó Thatcher, quien insistió en que "el terrorismo nunca debe ganar" porque, si lo hiclera, "sería el fin de la democracia".

La jornada estuvo dedicada a mostrar la firme voluntad de Thatcher de mantener la provincia en el Reino Unido, con visitas a empresas y colegios como las que realiza en otras otras partes del país. Sin embargo, la incuestionable singularidad de la situacion quedó de manifiesto con el almuerzo buffet que tuvo en una escucia de policía en Belfast. Allí, la primera ministra departió con oficiales de la policía y con simples agentes que aún están recuperándose de heridas recibidas en atentados y con viudas y padres de otros que perdieron la vida. "Cuando nos hayamos deshecho del terrorismo, y tenemos que deshacernos de él, éste será un país maravilloso, que puede ser muy próspero, si se consigue la seguridad que el resto de nosotros consideramos natural en el Reino Unido", dijo.

Thatcher abordó cuestiones de seguridad con los dos máximos responsables de la provincia en este área, el jefe del Royal Ulster Constabulary (RUC, policía), John Hermon, y el teniente coronel John Waters, del que dependen los casi 17.000 soldados y fuerzas paramilitares que hay en el Ulster.

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