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Reportaje:

Crematorio planetario

La ausencia de árboles hace impracticable en verano el parque de Tierno Galván

Cuando un paseante se acerca al nuevo parque de Tierno Galván en pleno mes de agosto, ¿qué es lo que encuentra, en este enorme recinto con plaza porticada de acceso, edificio planetario, gran auditorio y monumento al querido alcalde profesor? Pues con una gran zona verde concebida con los mismos criterios que la multitud de parquecitos municipales de los últimos tiempos: abundante césped, escasos árboles para una ciudad de clima meridional, amueblamiento urbano estandarizado y poca consideración al sentido del deleite que un jardín debe ofrecer a sus visitantes. Es todo lo contrario. La canícula lo hace impracticable.

Si hasta ahora en el parque de Tierno Galván se ha vencido a la inmundicia del vertedero, aún no se ha construido el espacio de las delicias que anunciaba el primer nombre que se le asignó.Si observamos los jardines clásicos madrileños, como el Retiro, el Jardín Botánico, el Campo del Moro, o los de Aranjuez o El Escorial, existe una tipología de jardín madrileño basada fundamentalmente en el primer parque del Retiro, el que mandó construir Felipe II a jardineros florentinos y que tuvo una enorme influencia en toda la jardinería europea de la época. Se trata de un jardín de árboles con acacias y castaños, con estanques y fuentes, con estatuas y monumentos, con setos recortados y bancos con patas de roble.

Y hoy el parque del Retiro no es sólo un parque histórico, sino el parque predilecto de todos los madrileños en cualquier época del año, en verano buscando el refugio del calor y en el resto de las estaciones buscando la apacible caricia solar.

En el parque de Tierno Galván el agua ocupa una superficie de 28.000 metros cuadrados, aunque concentrada en tres lagos comunicantes junto a la M30. Las fuentes, de momento, sólo son dos, una que nace a los pies de la estatua de Tierno y recorre una acequia de inspiración árabe rodeada de rosales, y otra mucho más totémica que deja caer su borbotón por tres plataformas escalonadas que la conducen hasta el primer lago.

El rumor de la única fuente en más de 30.000 metros cuadrados es contrarrestado. por el fragor de la cercana M-30. No hay barcas en los lagos, aunque el desnivel existente entre ellos impediría lo que sería un gozoso paseo a remo entre el uno y los otros.

Recintos

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En cuanto a los recintos con los que el gran parque cuenta, podemos enumerar el edificio del planetario, cuya fachada principal queda a espaldas de la entrada actual al parque; un auditorio construido en el declive de una colina, a la manera de los teatros griegos, dotado de unas amplísimas gradas y un escenario rematado por unos esbeltos pilares, sin ningún cerramiento que acote las figuras que allí se expongan a la mirada de los 20.000 hipotéticos espectadores; una pequeña plaza de la Paz, con planta de estrella, cerrada por unas ingeniosas gradas de dos caras dispuestas circularmente en torno a una moderna escultura aérea, sin que el diámetro del conjunto exceda los 15 metros, y la glorieta del monumento a Tierno, con una galería semicircular de columnas que tiene en su cara norte unos bancos miradores desde los que se puede contemplar un sugerente perfil de Madrid que va desde San Francisco el Grande hasta el templete del observatorio astronómico del Retiro.El parque cuenta con 15.000 árboles plantados, regados uno a uno primorosamente por un cuartel de jardineros reflexivos y semidesnudos por efectos de la solana, distribuidos entre el paseo de seis hileras que conducirá del auditorio a Delicias y el gran muro vegetal que separa los solitarios lagos de la M-30.

El resto está concebido como zona de monte bajo o extensiones de césped con arbustos llamados tapizantes, que no levantarán más de 40 centímetros y que, según Emilio Esteras, uno de los responsables del proyecto, permitirán contemplar las panorámicas que desde la gran plataforma del parque se pueden ver.

En lo referente al mobiliario urbano elegido para el parque, podría equipararse al de cualquier barrio dormitorio. No existe voluntad de estilo ni calidad en su concepción. Eso sí, la Compañía Telefónica ha instalado dos hermosas cabinas de aluminio justo en la explanada frontal que da entrada al planetario.

En 1980, tras un viaje a Berlín, Enrique Tierno, alcalde de la ciudad, trajo consigo la idea de construir un planetario en Madrid. El primer emplazamiento elegido para este nuevo edificio fue el parque del Oeste, bajo el templo de Debod.

El arquitecto Salvador Pérez Arroyo fue el encargado de la realización del proyecto, pero la Dirección General de Bellas Artes y otros colectivos criticaron el lugar elegido para su ubicación, y así, en septiembre de 1983, se propuso la construcción del nuevo planetario en los terrenos adyacentes a la estación ferroviaria de Delicias, concretamente en el cerro de la Plata, entonces un vertedero de escombros donde las líneas de alta tensión, los viejos camiones abandonados y los perros chaboleros campeaban como dueños.

El proyecto se amplió rápidamente con la necesidad de construir un gran parque, que sería llamado de las Delicias, nombre esperanzador para un futuro vergel sacado del páramo y que ayudaría a la revalorización necesaria de esta zona degradada y olvidada de la ciudad.

En él se construirían además un auditorio para 20.000 espectadores, unido a la marquesina de la estación de Delicias por un gran paseo-bulevar con seis hileras de árboles; una gran plataforma ajardinada, mirador del Sur, en lo alto del mayor de los taludes de la zona, y a sus pies, en las cercanías de la M-30, un conjunto de lagos artificiales navegables. Bajo el edificio del planetario pasaría, en túnel subterráneo, la vía de cierre del segundo cinturón de Madrid, que uniría las calles de Méndez Alvaro y Embajadores.

Todo el parque sería, junto al planetario, una zona urbana de homenaje al mundo de las ciencias y la técnica, que contaría con un museo propio junto al del Ferrocarril, instalado en la antigua estación de Delicias.

Para la financiación de las obras, cuyo presupuesto se estimaba entonces en un total de 900 millones de pesetas, se creó un consorcio integrado por el Ayuntamiento de Madrid, Renfe y el Ministerio de Cultura.

En septiembre de 1986, los Reyes inauguraban el planetario, un palacio futurista para viajar por un universo proyectado en una cúpula de 17,5 metros de diámetro.

El primer acceso al parque se había realizado desde la calle de Méndez Álvaro, teniendo a su entrada una plaza formada por edificios preexistentes restaurados, muestras de la arquitectura industrial y ferroviaria de principios de siglo, así como una serie de pérgolas de hierro del antiguo mercado de la Cebada.

El presupuesto final de este parque de 54 hectáreas (casi la mitad del Retiro) ha sido de 1.200 millones de pesetas.

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