Las guardias, de paseo
Un oficial vigila desde un coche a las aspirantes a guardias civiles en su primera salida
La mayoría de las mujeres que ingresaron en la Academia de la Guardia Civil se han integrado normalmente en el centro, aunque a algunas les está costando bastante trabajo adaptarse a la disciplina interna. "Según me han contado, muchas lloran por la noche, y otras, en sueños, dan voces llamando a sus padres", decía ayer, refiriéndose a sus compañeras, un aspirante a guardia civil inscrito en la academia de Baeza, donde el día 1 de septiembre ingresé la primera promoción de mujeres que tiene el instituto armado en toda su historia.
A los pocos días de ingresar en el cuerpo, una de las 195 mujeres que superaron las pruebas de ingreso, de edades comprendidas entre los 18 y 25 años, causó baja voluntaria en la academia. Un guardia, que prefiere, como todos, ocultarse bajo el anonimato, achaca este abandono a la "férrea disciplina que impera, sin discriminación, en la academia". Piensa que, quizá, algunas "no tenían bien claro dónde se iban a meter y creían que esto era otra cosa".No obstante, salvo contadas excepciones que aún se debaten -según este alumno- entre renunciar o seguir, se palpa un clima indicativo de que la mayoría se ha adaptado normalmente al régimen del centro.
Los mandos han vetado tajantemente a las guardias mantener ningún tipo de contacto con la prensa. La presencia de algún periodista provoca en las guardias escenas que rondan el absurdo.
Un grupo de alumnos que tomaban una cervezá en la plaza mayor de Baeza, apelaban a la estricta disciplina existente para restar credibilidad a algún rumoreado idilio. "En la calle podrán hacer lo que quieran, pero que no los vean, pues no deben olvidar que visten el uniforme", comentaba uno de estos alumnos.
Frente a esta versión, en otro bar de la ciudad, un guardia de complexión física robusta, que daba la sensación de hablar medio en broma, medio en serio, afirmaba textualmente: "Algunos y algunas se la están jugando, pues lo están haciendo muy descarado y, para colmo, dentro de la academia".
Las futuras guardias disponen desde las 12 de la mañana hasta las 10 de la noche del domingo para recibir visitas o pasear por la plaza mayor de Baeza, cuyos bares adyacentes, ese día, hacen su agosto. Las chicas normalmente van en grupos, casi siempre acompañadas de compañeros. Muchas aprovechan para llamar por teléfono, tomar algún brebaje en la terraza de un bar o, simplemente, deambular de un lado para otro, ante las miradas de los lugareños, cada vez más habituados a su presencia.
Durante la estancia en la ciudad, tanto ellos como ellas son controlados continuamente desde un vehículo del cuerpo, en el que viaja algún mando de turno, cuyo cometido consiste en evitar que los alumnos incumplan la reglamentación en la calle. Una chica, que se quitó el gorro por despiste y lucía su rubio pelo, acompañada, al parecer, de su novio, visiblemente descamisado, se sonrojó ostensiblemente al recibir una llamada de atención desde el coche, ante cuyos ocupantes se cuadró y saludó.
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