Delfines
A, las cinco de la madrugada la humedad empapa la cubierta y los aparejos de la embarcación, y eso indica que el tiempo será bueno. A esa hora, para faenar en la pesca de arrastre zarpamos del puerto de Denia el patrón Tico, su hermano Salvador, cuatro marineros y este escribano. Hay calma chicha. En plena oscuridad, a pocas millas de la costa el patrón consulta la sonda y manda calar la red. Suenan las poleas y maromas que tensan el copo. Después de esta breve labor, el puente comienza a oler a café mientras el arte ya trabaja en el lecho del mar. Sólo queda confiar en la suerte. A las siete de la mañana amanece. En el horizonte, la barra de calima hace vibrar una luz malva que luego va adquiriendo con suavidad todos los matices del rosa y el violeta. Cuando estos colores fluyen sobre el agua lechosa aparecen los delfines. El patrón me dice que esto es muy buena señal. Huyendo de ellos, los peces azules de la superficie se irán al fondo y allí los atrapará nuestro arrastre. En el momento de cobrar la red, los delfines describen un círculo de aletas caudales, dan saltos resplandecientes y, se unen para devorar el cargamento que traen las mallas.El sol se ha levantado, la pesca de la primera calada está ahora en la cubierta, y los marineros, a la sombra de un toldo, la seleccionan. Una luz de harina lo aplasta todo, la costa se halla disuelta en la bruma. Se ha echado el copo de nuevo y la embarcación faena por la parte de garbí junto al cabo de la Nao. El cocinero Pere se pone a guisar un caldero de pescado con arroz, y tumbado a popa con la visera casi en la nariz aún acierto a vislumbrar una ristra de pequeños bacalaos colgados de un sedal que alguien ha puesto a secar para el aperitivo. Se ven perfilados contra la claridad absoluta del firmamento por encima de la regala y en ese momento el cerebro se me funde y yo ahora no puedo recordar nada, pero creo que estuve entre marineros y delfines, y en el fondo de la memoria no descubro sino una luz blanca y el oro del sol sobre el agua que era la inocencia.
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