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Las tiendas de los museos, un negocio en auge

El Reina Sofía atrae más visitantes a su espacio de ventas que a algunas exposiciones

Las tiendas, que cada vez más ocupan un mayor espacio en los museos españoles, pueden llegar a ser una pieza fundamental en el mecanismo financiero de la institución museográfica. Nacieron como una tímida y casi obligada oferta de catálogos y estudios monográficos de pinacoteca, pero el invento ha explosionado en todas direcciones. Hoy, en ellas se puede encontrar desde postales a camisetas para todos los gustos, o pirámides y esculturas en miniatura reproducidas en cualquier combinación metálica y pétrea. Los museos españoles más boyantes en este sentido son el Centro de Arte Reina Sofía y el MEAC, de Madrid. En Barcelona, las tiendas del Museo Picasso y de la Fundación Miró funcionan cada vez mejor, aunque se expanden "con cierta timidez", según sus responsables.

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La comercialización se realiza a través de tiendas-bazares instaladas en el interior mismo del museo. Aunque no sea tan espectacular como en el Louvre, también aquí se vende un poco de todo, desde auténticas litografías y suntuosos libros de arte, hasta posters y postales, pasando por camisetas, abanicos artísticos, bolsas playeras y objetos de regalo presuntamente artísticos. Los precios de los productos oscilan en un amplio espectro que tiene en cuenta las distintas posibilidades de cada bolsillo y los diversos tipos de visitantes, desde el joven estudiante de BUP hasta el profesional liberal, pasando por el turista. Está comprobado, según diversas fuentes consultadas, que la mayoría de los visitantes de los museos españoles son extranjeros. Extranjeros que están dispuestos a gastar hasta unas 1.500 o 2.000 pesetas por un día pasado en un museo, presupuesto que engloba, muy a menudo, una camiseta, un par de tarjetas, quizá un poster, y una bebida refrescante en el bar.Las postales (de 35 a 100 pesetas), que se venden "corno el agua", son el gota a gota constante e imparable que, en gran parte, se explica no sólo por el bajo costo de las mismas (en comparación con los demás productos) sino porque para el turista es un modo fácil de desprenderse de la calderilla que le sobra.

Los responsables de llevar adelante este tipo de negocio tienen en cuenta la creciente variedad en la demanda, aunque observan también que "cada vez más se tiende a la venta poco especializada", como reconocen en la Fundación Miró, donde se mantiene la norma que rige en casi todo comercio, sea de la índole que sea: con el 10% de lo que aparece en el muestrario se obtiene el 90% de la facturación total. Recaudaciones que no son en absoluto desdeñables y que, en diversos casos, constituyen hasta el 25% del presupuesto general de la institución. Unas ganancias que entrañan, por otra parte, el peligro de inducir a caer en la tentación de instaurar el más lamentable y simple negocio, vendiendo cualquier tipo de reproducciones sin tener en cuenta que, en definitiva, se sigue estando en la sacrosanta institución cultural que son los museos.

De un tiempo a esta parte ningún centro cultural, ninguna institución museística, se concibe sin su respectivo departámento -en ocasiones llegan a ocupar una planta entera del edificio- de ventas al público. En algún caso, como el de la Tate Gallery, de Londres, este servicio comercial es una ampliación de un originario departamento de publicaciones -creado a principios de la década de los treinta- de los estudios elaborados a partir de, y sobre, los fondos pictóricos de la misma institución. Sin embargo, con el tiempo, también observaron que un público cada vez mayor pasaba ante el mostrador sin ganas de soltar ni un sólo penique por ellos.

Este público más amplio es el mismo que ahora se aglomera ante las puertas de la shop, abierta hace unos 15 años, para adquirir unos fantásticos catálogos ilustrados -y con poco texto-de pintura inglesa y, básicamente, desde que abrieron el ala dedicada a Turner, postales y libros referentes al pintor de Mañana después de la tormenta.

Concesiones privadas

La tranquila evolución registrada en la Tate Gallery -la fuente consultada mencionó asimismo una importante subida del índice de visitas, y de un consiguiente crecimiento de ventas, cuando organizan exposiciones temporales- es muy parecida a la que han experimentado otros museos europeos y españoles. En las tiendas de la Fundación Miró y el Museo Picasso, de Barcelona, las cifras de recaudación son bastante espléndidas aunque se proceda todavía en ellas, en palabras de sus respectivos administradores, con una gran dosis de timidez.En Madrid, en cambio, el signo del experimento aparece más boyante que en Barcelona, aunque no sea así en el primer museo español, el del Prado, donde prácticamente sólo se vende las clásicas diapósitivas que parecen exclusivamente destinadas al maestro de escuela anclado en los pusilánimes métodos didácticos de principios de los cincuenta. Pero el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC) y el Centro de Arte Reina Sofía superan con creces cualquier otra iniciativa de este tipo producida en el territorio español. En ello juega sin duda un factor importante: las tiendas no dependen de la administración de los centros sino que se han cedido por contrata a una empresa privada.

En las tiendas de estos dos centros la variedad de objetos a comprar es excepcional y no se limita a cuanto pasa en sus respectivas áreas museográficas, sino que permanece en estrecho contacto con las instituciones de arte de otras ciudades, dentro y fuera de España. En el Reina Sofía, el visitante puede adquirir desde una postal de La Gioconda, a un abanico dibujado por una joven artista catalana, o un ejemplar de Art in America. También, si lo prefiere, puede recurrir a un sistema de consulta rápida y hacer pedido de cualquier publicación especializada. Llegan a ser tan seductoras esas tiendas que, dicen sus responsables, casi ya superan en número de visitantes a los mismos museos que las vieron nacer

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