Vergüenza ajena
Mal acaba lo que mal que mal empieza: el concierto de Julio Iglesias en Peralada comenzó muy mal y acabó mucho peor. La lluvia marcó un retraso inicial excesivo y la rotura del grupo electrógeno, un final brusco. La única nota destacable fue el frío y los problemas de sonido; faltó la excitación musical exigible en cualquier concierto.A las tres de la madrugada, en una conferencia de prensa, Julio, apesadumbrado, sólo repetía que habían habido muchos problemas y que la lluvia era la culpable. El único problema fue la presencia de Iglesias en el escenario.
El fenómeno Iglesias escapa a todo juicio musical y sólo es interpretable bajo el prisma de la psicopatología de masas en lo referente a la sordera pertinaz inducida por el bombardeo publicitario del corazón. A ningún otro se le permitiría ofrecer tan poco a tan alto precio.
Recital de Julio Iglesias
Castillo de Peralada, Gerona, 21 de agosto.
Si asistir a la anulación musical de sus canciones más conocidas produce una torturante sensación de tedio, el asesinato impúdico de temas conocidos y queridos desencadena una irreprimible indignación que se convierte en vergüenza ajena. [A su llegada a Tenerife, donde actuará el jueves, Iglesias dijo ayer que desea repetir, con carácter benéfico, su recital en Peralada.]
Babelia
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