_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hacia la mar

Manuel Vicent

Camino de la mar, en medio de un gran atasco, me han dado la noticia. Un compañero de la universidad, muy enamorado de la naturaleza, acaba de morir envenenado por una seta durante un acto de protesta contra los misiles nucleares. Había acudido a un mitín de ecologistas en la falda de una montaña, y después de oír varias soflamas acerca de la contaminación radiactiva, se fue a comer a un restaurante de cocina natural entre pinos, regentado por un sociólogo con barba, antiguo progresista revenido, que al parecer ofrecía una carta con re cetas de la abuela, potajes de posguerra, postres de su infancia, además de hierbas y raíces de monte seleccionadas por él. Mi amigo cayó fulminado a los pies de la mesa.En mitad del embotellamiento yo recordaba ciertos lances de nuestra juventud y en ese instan te aparecieron en la ventanilla del coche dos testigos de Jehová, macho y hemba, con un folleto en la mano instándome a que pensara en el más allá.

-Hermano, ¿crees en Dios?

-Sin duda -contesté Dios existe, pero yo no puedo salir de este atasco.

-A pesar de eso, tu alma es inmortal.

Iban en caravana conmigo bandadas de familias católicas con sombrillas y patos de goma en dirección a la playa. Un ejército de hugonotes avanzaba lenta mente con el maletero lleno de patatas y ellos también eran in mortales.

Después de un largo viaje ahora estoy en casa bajo un algarrobo frente a la mar, contemplando cómo resbala el aceite de oliva sobre una berenjena asada, y mientras esto sucede pienso en cosas muy redondas: Dios, la bomba atómica, el alma. He llegado a la siguiente conclusión: son muchos los ciudadanos que estarían dispuestos a cambiar la existencia de Dios por una plaza de garaje. En un mundo nuclearizado hay gente sin pretensiones que muere envenenada por una seta o una salsa. Puede que el ser humano tenga un destino inmortal, pero su máxima aspiración en la tierra consiste en jugar con un pato de goma en la playa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_