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El retorno de las formas

Italia se va de vacaciones y se desmadra. En las colas ardientes de las casillas de las autopistas, en las largas esperas de improbables embarques aéreos que duran un día, en las playas atiborradas de gente y en la orilla de las playas contaminadas. Exasperados, sudando y desaseados, los ciudadanos de la República pierden todo freno inhibidor: insultan a la mujer y a la novia, abofetean al niño e increpan con un rabioso ¡oye, tú! al empleado M aeropuerto.Pero mientras el pueblo, de vacaciones, se pone en marcha hacia la anual liberación maleducada, desde los palacios de la política, del poder económico, de la mundanidad y de la moda llegan señales del retorno al decoro, al formalismo, a las buenas maneras, a la etiqueta.

En los salones de la alta sociedad desaparece el rito de las cenas de pie y triunfa el almuerzo con los sitios rigurosamente asignados, incluso en vacaciones, en lugares como el Sporting Club de Porto Cervo o en las villas de Porto Rotondo.

"La vuelta al respeto de las formas y a los uniformes no es una corriente de la derecha, sino un signo de modernidad", dice un estilista, el milanés Franco Moschino. "La vestimenta es, ante todo, una forma que no debe ofender ni molestar a los demás. Creo que los estilistas tenemos una obligación estética y social: realzar el deseo de armonía y de belleza que las personas, sobre todo los jóvenes, empiezan a demostrar".

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6 de agosto

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