Locos de amor
Los celos no son un estado anímico. Cuando llevan al delirio son una pesada patología. Los problemas de la personalidad pueden alcanzar una gravedad asombrosa para el paciente. Y amenazar directamente al cónyuge o al rival: chantaje, persecución, violencia fiÍsica y a veces incluso el homicidio. El celoso delirante a partir de sospechas fundadas en interpretaciones imaginarias -retrasos, miradas al presunto rival, gestos inhabituales- elabora una convicción absoluta de ser engañado. Fabrica entonces un ovillo de seudopruebas -una carta, un cabello- para corroborar su certeza. La tensión crece, el celoso enriquece su delirio de intuiciones e incluso de alucinaciones. Todo le parece sospechoso. Constatación extraña: los celos delirantes están tres veces más desarrollados entre los hombres que entre las mujeres. Quedan los celos no delirantes, que son los más frecuentes. Tienen un fundamento, pero excesivo. La pregunta es: ¿a partir de qué momento el sujeto se desliza de unos celos sanos a otros enfermizos?El doctor Lagache define la frontera de esta forma: "Los celos no llegan a ser mórbidos más que cuando, por su permanencia, tienen como consecuencia el fracaso de lo que pretendían mantener, llevan consigo la impotencia de mantener la inversión amorosa, ya que, tarde o temprano, hierve de sentimientos de odio. No deja al otro más que la sumisión, y no la libertad y la espontaneidad de la adhesión".
30 de julio
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