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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cuidado con el verano

PARECE QUE está escrito que no haya júbilo sin riesgo, y el verano los tiene. Muchos son previsibles. Las cifras del año anterior en cuanto a víctimas de las actividades veraniegas fueron elevadas, y este año puede suceder algo parecido. Hay maneras de evitar el supuesto destino, y todas coinciden en la vigilancia y la atención: hay que evitar que el ocio y el descanso nos lleven a bajar la guardia. Los parques acuáticos, por ejemplo, mantuvieron un índice de accidentes muy alto; las medidas de precaución fueron tomadas por las autoridades a posteriori, y sobre todo con el ánimo de zafarse de sus responsabilidades. Este año, algunas de las comunidades autónomas en las que están los parques no han dictado medidas de seguridad; sobre todo, faltan a nivel estatal.Probablemente llaman más la atención estos accidentes -hubo cinco mortales desde que se instalaron los parques acuáticos- por su novedad, y por el hecho de que España sea el país que más tiene en relación a su población con una enorme afluencia de público (el año pasado, 4,5 millones de personas); pero hay otros riesgos del verano que son tradicionales, y esa tradición irrita más, puesto que ha habido tiempo suficiente para reducirlos. Está también el tráfico intemo de pequeños recorridos para el que, si la red principal de carreteras es mala, la secundaria es infame. Las condiciones de seguridad y de sanidad en las playas no han sido mejoradas; las autoridades y los intereses locales tienden a disfrazar tanto la contaminación como el riesgo para evitar la fuga de turistas.

En las aglomeraciones repentinas del verano faltan muchas veces las infraestructuras que les permitan multiplicar durante dos meses su población por un número inmenso de recién llegados. De esta forma fallan las previsiones de alimentación. Si en ciudades como Madrid o Barcelona se ha comprobado que permanentemente faltan los requisitos sanitarios en un 30%, es de temer que en estas acumulaciones de temporada la cifra sea mucho más alta. La falta de recursos de refrigeración y de conservación, acrecentada por los cortes de corriente debidos a la sobrecarga, más el exceso de trabajo de los inspectores, aumentan este riesgo. Como la sanidad de sus aguas, cuando las depuradoras tienen que estar funcionando a tope.

Están los incendios forestales, que parecen haber disminuido algo por las campañas de mentalización -que este año aún no han aparecido-, pero nadie ignora que una gran catástrofe puede producirse, y que a veces el disfraz del incendio oculta una revalorización de terrenos. Y los pueblos sin carreteras de circunvalación, y que hay que atravesar cuando la población infantil se ha multiplicado; los deportes de riesgo practicados sin profesionalidad o sin aprendizaje, y a veces hasta con ellos: las escaladas, la pesca en mar abierto, el surf y otros entretenimientos marinos. Además de las insolaciones o el riesgo de cáncer de piel.

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No se trata de amargar las vacaciones de nadie; solamente de recordar que hay que mantener una vigilancia específica, unos códigos de comportamiento entre los cuales entra también el respeto por los demás o por el lugar en que se está. Si en las personas físicas el descuido es una imprudencia, en las autoridades que no ejercen debidamente su vigilancia y su control o en los empresarios que no están atentos más que al rendimiento de sus instalaciones comporta una responsabilidad grave y susceptible de ser tratada como delito. Concedamos al azar todo lo que tiene de imprevisto, pero una gran parte de estos riesgos son previsibles y perfectamente conocidos.

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