Una asignatura pendiente
LAS RELACIONES entre España y la India deberían figurar en el Libro Guinness de los récords como un ejemplo de la práctica inexistencia de contactos económicos o políticos entre una potencia media europea razonablemente desarrollada y uno de los gigantes del Tercer Mundo, del no alineamiento y del desarrollo emergente. Por ello es doblemente importante la primera visita oficial que jamás haya hecho a España un jefe de Gobierno de la India, en su caso, Rajiv Gandhi, y que comienza hoy, viernes.La India, que alcanzó la independencia el 15 de agosto de 1947, había figurado prominentemente entre los enemigos del franquismo, hasta el punto de que tan sólo en 1958 se procedió al establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países, sin que ello pasara, por otra parte, de una mera formalidad internacional. La transición democrática en España y su progresiva incorporación a una vida exterior mucho más activa apenas tuvo efecto inicial sobre las relaciones con el coloso del subcontinente, aunque el viaje de los Reyes a la India, en enero de 1982, sirviera como gesto indicativo de que había al menos una asignatura pendiente en la diplomacia asiática de nuestro país.
El primer ministro Gandhi -que visita también en este viaje Jordania, Yugoslavia y Turquía, y que recientemente estuvo en la República Federal de Alemania y las Naciones Unidas- quiere hacer más activa la presencia de su país en las principales capitales occidentales por una serie de motivos. Aparte de demostrar un vivo interés por la situación en Oriente Próximo, en la que la diplomacia india respalda las posiciones de los países árabes moderados, a Delhi le preocupa enormemente la actual tensión con Pakistán, y probablemente recela de que la China de la apertura económica pueda convertirse en un socio comercial privilegiado de Europa, en detrimento de las relaciones del mundo occidental con la gran potencia del subcontinente.
Pakistán posee o está a punto de poseer, según es universalmente reconocido, el arma nuclear; a su vez, Delhi afirma que, aunque carece de un programa de armamento atómico, se vería obligado a cambiar de política nuclear en función de esa supuesta amenaza de su histórico adversario. Por otra parte, nadie duda de que la India, que detonó un ingenio nuclear en 1974, virtualmente posee el arma en la medida en que no tiene más que montar el mecano de sus elementos componentes para convertirse en potencia nuclear activa.
La visita a España adquiere por todo ello una variada gama de justificaciones: en primer lugar, la devolución de visita por la estancia de los Reyes, y también por el viaje relámpago de Felipe González en noviembre de 1984 para asistir al funeral de la primera ministra Indira Gandhi, madre de Rajiv, en el nivel estrictamente protocolario; en segundo, el deseo de Gandhi de explicar a lo largo de sus sucesivos viajes la existencia de esa presunta amenaza paquistaní, amén de pasar revista a la situación internacional, con referencia particular a Oriente Próximo, el no alineamiento y las relaciones Este-Oeste, y en tercero, pero posiblemente el más importante, el deseo de Delhi de abrir nuevos campos de cooperación económica con España. Existe un interés real de la India por explorar las posibilidades de trabajo conjunto entre los dos países en la investigación para cuestiones de defensa, y de sondear las posibilidades de la tecnología española en este sentido.
Tanto la India como España parecen en este momento conscientes de la necesidad de promover unas auténticas relaciones bilaterales en todos los campos, que lo serían, por otra parte, entre la democracia más joven de Europa occidental y la democracia más poblada de la Tierra.
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